Estamos pagando a Marruecos para que haga el trabajo sucio con la inmigración

Europa, preocupada en otras cosas, está ciega ante las consecuencias de su estilo de vida

La llamada crisis de refugiados ha vuelto a resaltar el papel de guardián que Marruecos está cumpliendo por el mutuo interés de su régimen dictatorial y de las multinacionales y gobiernos europeos. Nuestro vecino del sur, con 33 millones de habitantes y una renta per cápita diez veces menor que España, es la frontera perfecta entre la Europa enriquecida y las regiones más pobres de África, ya que continúa siendo una férrea dictadura, en la que el espionaje y las torturas por fuerzas policiales son denunciadas públicamente por diversas instituciones internacionales. El Rey Mohamed VI, a pesar de sus campañas de aparente democratización en 1999 y en 2011, mantiene intacto el control político y económico del país y utiliza ese poder corrupto para la construcción de un imperio económico con el nombre de ONA (Omnium Nord Africain), que le ha permitido amasar una fortuna personal de más de 18.000 millones de euros.