Por Carmelo Ramírez, ex alcalde de Sta. Lucía y Portavoz de NC en el Cabildo de Gran Canaria:
Camilo fue, esencialmente, un hombre moral, un político que hizo de la honestidad personal y del trabajo solidario una pauta permanente de comportamiento…
Camilo ha sido el alcalde más emblemático que ha tenido Santa Lucia. Le dedicó a su municipio más de la mitad de su vida. Y contribuyó a su transformación, mejorando sus servicios, sus equipamientos y su desarrollo social y económico.
Camilo fue, esencialmente, un hombre moral, un político que hizo de la honestidad personal y del trabajo solidario una pauta permanente de comportamiento. Él consideraba que la política era ajustar la sociedad en todo lo necesario para que las personas vivieran con dignidad, en su dimensión local y planetaria. Y eso le hizo llevar una vida impregnada de los valores de la ética, la justicia, la igualdad, la solidaridad, el respeto a la dignidad de las personas y la especial sensibilidad con los que más sufren.
Era un hombre con un enorme carisma. Rudo en las formas, pero con una exquisita sensibilidad para afrontar los ternas con profundidad. Esto le granjeó el respeto, el cariño y la admiración de cuantos tuvimos la suerte de conocerlo y compartimos con él treinta años de militancia por una sociedad más justa y fraterna.
Camilo nos dejó como legado la certeza de que se puede estar en la política luchando por los ideales más nobles del ser humano. Unas convicciones, y una práctica, que tenían como punto de partida la fe en un Dios que es solidaridad, que es justicia, que es igualdad y servicio a los más empobrecidos. Camilo Sánchez aporta a la política canaria un testimonio ejemplar de vida sencilla y austera, unido a la fortaleza de sus convicciones y a su convencimiento de que cada uno con sus pequeñas acciones y su esfuerzo cotidiano puede cambiar esta sociedad.
Camilo murió con 45 años, en la plenitud de su vida. Sus dos últimos años, ya cargando
con la enfermedad del cáncer, constituyen todo un grandioso testimonio de fe cristiana, de entusiasmo por la vida, de trabajo infatigable sobre todo, de fortaleza y serenidad. Cuando falleció, rodeado de Chana, de sus hijos y amigos más cercanos, lo despedimos con un Padrenuestro. Teníamos el corazón desgarrado. Había muerto un hombre moral. Por eso testimonio está vivo entre nosotros, en nuestra vida cotidiana, en nuestros debates políticos. Seguramente, Camilo, desde lo alto, nos estará observando con una sonrisa de bondad y orgulloso del comportamiento de Chana, Pino, Laura y Guillermo.