Venezuela, una nueva oportunidad

Hablar de la situación de Venezuela hoy es hablar de desabastecimiento de alimentos y medicinas, escasez de los recursos básicos y hasta del dinero. El hambre (especialmente severa con los niños) se ceba cada día más entre los más pobres, familias. “Me acuesto llorando porque no tengo nada que dar de comer a mis hijos” afirma una madre. Un tercio de los venezolanos come una vez al día y la oposición habla de unas 30 muertes diarias por desnutrición.
Reaparecen enfermedades como la malaria, que ha aumentado un 90% en los últimos años, la difteria, el bocio o el paludismo. Además, la desnutrición hace que una simple diarrea sea mortal.

Si hacemos una aproximación a los hechos en Venezuela podemos constatar una fuerte tensión-guerra-represión del gobierno —que lucha por permanecer en el poder— ante una oposición que exige un referéndum revocatorio para derogar a Maduro, liberación de presos políticos, apertura de un canal humanitario, respeto al Congreso, desarme de grupos paramilitares…

Las protestas han dejado cientos de muertos y miles de heridos, comenzaron cuando el Tribunal Supremo de Justicia asumió las competencias legislativas del Congreso, controlado por la oposición desde el 2015, coartando a los legisladores. El presidente Nicolás Maduro pidió al Tribunal revisar sus sentencias en medio de una avalancha de críticas locales e internacionales, pero el intento de controlar al Legislativo recrudeció un malestar social, generando la llamada ‘resistencia social’ de gran parte de la población en marchas y manifestaciones en la calle.

El Gobierno, como salida desesperada, pone en marcha a inicios de mayo un proceso para reformar la constitución a través de una Asamblea Nacional Constituyente que a través de un amañado sistema de elección de representantes queda en manos del Gobierno y que con un lenguaje netamente leninista aprueba las resoluciones con una más que sospechosa unanimidad de sus 545 miembros.

Venezuela tiene desde hace bastante tiempo una de las tasas de homicidios más altas del mundo y un enorme número de armas de fuego que circulan impunemente por las calles. Esto podría influir en el clima, así como las bandas de motociclistas armados leales al gobierno. El Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas concluye sobre la actuación del Estado Venezolano señala la existencia de una política de represión, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas, de infundir miedo, de torturas; sugiere que las cosas tienden a empeorar y que ya no hay democracia.

A eso hay que sumar la política de propaganda de Maduro: ataques a la libertad de expresión y de prensa, censura con las cadenas informativas internas (NTN24, de propiedad del grupo RCN o la CNN; al menos 49 medios han sido cerrados en ese país, según el Sindicato Nacional de trabajadores de la prensa), retirada de los servicios de cable de los canales colombianos Caracol TV y RCN.

Situación económica

La inflación (de las mayores del mundo) y la depreciación del bolívar son dos de los graves problemas de la economía venezolana. El cerco financiero contra el gobierno de Venezuela se estrecha y eso podría tener graves consecuencias para la economía del país y para la crisis política. Estados Unidos, que había evitado hasta ahora sancionar al sector petrolero de Venezuela, impone por primera vez sanciones financieras contra el gobierno de Nicolás Maduro, que habla de una ‘guerra económica’.

Eso implica que Estados Unidos pone al presidente Nicolás Maduro en la lista negra de la economía mundial. El Estado venezolano va a tener muy difícil lograr nuevo financiamiento o vender nuevos activos. Las sanciones le ponen en una disyuntiva: pagar la deuda externa o importar más alimentos y medicinas. Por querer acabar con el tirano se hunde aún más en la miseria a la población.

La Casa Blanca afirma que la mala gestión económica de Maduro y la dilapidación de los activos del país han llevado a que Venezuela esté cerca a la suspensión de pagos. Eso conllevaría consecuencias catastróficas para la población. Para evitarlo Venezuela está liquidando su riqueza, malvendiendo a bajo precio los activos del país para conseguir flujo de caja y el banco estadounidense Goldman Sachs, entre otros, aprovecha y compra a un precio muy ventajoso los bonos venezolanos.

Teniendo en cuenta que actualmente el petróleo financia el 96% de los ingresos que recibe Venezuela por exportaciones, la caída de los precios mundiales de este recurso golpeó duramente al gobierno, dejándolo sin fondos para atender compromisos como el pago de deudas con aerolíneas extranjeras o empresas de servicios petroleros.

Otras posibles respuestas económicas que prevé Maduro son: que PDVSA no pueda repatriar desde Venezuela los dividendos que genera su filial estadounidense Citgo. Otra solución pasaría por recurrir a los pocos grandes socios que le quedan a Venezuela: China y Rusia. «Venezuela no está sola», dijo Maduro.

También es significativa la riqueza del subsuelo de este país, en su mayor parte por descubrir, cuantificar y explotar; hablamos de hierro, bauxita, oro, diamante, carbón, manganeso, yeso, níquel, zinc, plomo y otros. Un apetecible bocado para el capital venga de donde venga.

Situación política

Según las encuestas, 75% de los venezolanos quieren que Maduro se vaya, mientras cerca de 20% lo apoya. El presidente mantiene un estrecho control sobre casi todas las ramas del gobierno y otras instituciones, aunque el apoyo dentro del partido oficialista se está erosionando; prueba de ello ha sido la contestación de la Fiscal General Luisa Ortega, destituida por la Asamblea Nacional Constituyente y huida a Colombia, junto a otros nueve magistrados, tras destapar numerosos casos de corrupción del gobierno de Maduro de millones de dólares en las gestiones con multinacionales extranjeras.

La oposición, que en medio de esta crisis escenificó su unidad, ha tenido dificultades para tener un planteamiento común y conectarse de fondo con la gente pobre, que todavía venera al fallecido presidente Hugo Chávez. Sigue siendo un enigma si la oposición es capaz de entenderse más allá de la cohesión de un enemigo común. Tanto los miembros radicales de la oposición como los moderados quieren mantener las protestas callejeras e impulsar nuevas elecciones generales.

A partir de abril el 2017, el tema venezolano comienza a dividir a los gobiernos latinoamericanos en varios foros: Mercosur, Unasur, Celac, OEA. Las cancillerías latinoamericanas se posicionaban, especialmente dentro de la OEA, sobre el conflicto venezolano. Todas favorecían el diálogo entre gobierno y oposición, dando por sentado que en el país se vivía algo cercano a una “crisis humanitaria”. Pero se dividían en cuanto a la solución constituyente: la mayoría de los países continentales se oponía a esa medida del Gobierno y sugería la recuperación del calendario electoral, mientras que las naciones de la ALBA (Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y varias islas del Caribe) secundaban a Maduro.

Los militares

Históricamente los militares en Venezuela han sido árbitros de las disputas políticas y algunos opositores están tratando de estimularlos a tomar medidas para resolver de nuevo el actual estancamiento. La Asamblea Nacional y la oposición hace frecuentes llamados a la insurrección golpista de los militares; que cumplan la Constitución y no repriman a los ciudadanos en las protestas.

Chávez y Maduro han sido hábiles para ganarse a los altos mandos a través del padrinazgo y puestos en el gobierno. Aproximadamente un tercio de los ministros del gabinete son militares o exmilitares.
No olvidemos el papel clave del ejército, que ha recibido el control de la importación y distribución de alimentos. Hay numerosas empresas militares involucradas en la administración económica del país. Es obvio que el presidente ha ido perdiendo apoyo político en los civiles y lo ha compensado con un viraje hacia lo militar en la búsqueda de mantener apoyos.

Trascienden algunos casos de disidencia en el ejército: Clíver Alcalá fue mayor del ejército durante 34 años, leal a Hugo Chávez y actualmente crítico con Maduro. Aunque la cúpula parece bastante leal a Maduro, algunos analistas dicen que el descontento es palpable en los rangos medios y bajos.

Al menos 123 miembros de las Fuerzas Armadas han sido detenidos desde que comenzaron en abril las protestas antigubernamentales por cargos que van desde traición y rebelión hasta robo y deserción, según documentos militares. Aunque una salida militar no es deseable y afortunadamente no es posible, lo cierto es que cada día más venezolanos hablan de salir de la tiranía de Maduro ‘como sea’.

Perspectiva

Tras el intento de mediación de la Iglesia en Venezuela que Maduro truncó, la jerarquía eclesiástica de ese país (CEV) sigue exigiendo justicia, que aparezcan los detenidos, que desaparezca la caza de brujas y la tortura, que se mejoren las condiciones inhumanas en las cárceles, que se denuncie la corrupción por parte de los ciudadanos y que se reabra el diálogo. Ha denunciado el desalojo de la Asamblea Nacional y los atropellos crecientes del hambre y la violencia. La Iglesia sigue siendo la institución que genera en ese país más esperanza para los empobrecidos.

El régimen bolivariano de Venezuela está envuelto en un populismo con tintes parafascistas y autoritarios, y quiere, por decreto, identificarse con la izquierda, sin haber olido la solidaridad y a base de masacrar de hambre a su pueblo: Stalin en el s XXI!

Como siempre el pueblo, en este caso venezolano, se ve en medio de las presiones económicas y comerciales por bastardos intereses internacionales, la desgracia de vivir en uno de los países más ricos en subsuelo, la corrupción de los títeres de turno y la falta de cultura asociativa y autogestionaria. Entre la injusticia y la represión surge la necesidad de hacer surgir una nueva forma de organización y política; los pobres son capaces.

“Reconciliación es lo que hace falta en este país en el que durante 18 años no han buscado más que dividirnos», afirma Samuel, un joven venezolano. Se hace urgente y necesario en esa tierra el conocimiento práctico de la militancia no violenta por la justicia, para no acabar ni en la pasividad complaciente ni en la espiral de violencia. Algunos ciudadanos reconocen que ahora es la oportunidad para una organización ciudadana horizontal, para un protagonismo real del pueblo y no esperarlo todo y siempre del Estado.

Juan José Medina