Los atentados franceses y la descomunal respuesta política francesa han ocupado los titulares de la prensa en el mes de enero. Han servido para fabricar una especie de 11-S europeo y subir la popularidad del presidente francés. Cuando España sufrió unos atentados mucho más graves no vinieron 50 jefes de estado a manifestarse en solidaridad con nosotros. Pero Francia es una gran potencia.
En cambio los mismos días morían por las mismas causas muchos cristianos en África a manos del grupo armado islamista Boko Haram en el noreste de Nigeria y el silencio europeo constituye, sin duda ninguna, una de las mayores hipocresías de nuestra historia reciente.
¿Cómo podríamos entonces calificar el silencio ante una carnicería que ha provocado dos mil muertos en un solo ataque a la vez que más de cincuenta jefes de estado y de gobierno junto con otros destacados dirigentes de organizaciones internacionales desfilaron por las calles de París en protesta por los atentados perpetrados contra la revista Charlie Hebdo en París y el supermercado judío de Porte de Vincennes en el que perdieron la vida dieciséis personas inocentes francesas?
Los poderosos europeos marcharon en defensa de los valores europeos y la libertad de expresión, pero su visión de los derechos humanos y los “valores europeos” queda reducida al espacio que caiga dentro de sus fronteras.
Es justo salir a la calle por el asesinato de dibujantes, pero es hipócrita callar y no hacer nada cuando se utiliza a niñas de 10 años para hacer atentados adosándoles cinturones de explosivos al cuerpo. Más 90.000 policías y soldados fueron movilizados con ocasión de los atentados de Francia. Pero cuando los que mueren son pobres, los ricos miran para otro lado y por eso los atentados que sufren ellos no tienen respuesta de los gobiernos europeos. A la marcha de París acudieron los jefes de Estado de Malí, Níger, Senegal, Benín, Togo y Gabón. Pero no han tenido reciprocidad ninguna ni han obtenido respuesta a su propuesta de una acción global para hacer frente a los grupos yihadistas, cada vez más activos en el África subsahariana. ¿Acaso es que les da vergüenza a los Hollande, Cameron, Merkel y Rajoy manifestarse por las calles de una capital africana del brazo de sus dirigentes?
Es esta cruel indiferencia europea la que ha llevado al presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, Monseñor Ignacio Ayau Kaigama, a acusar a Occidente y a pedir una respuesta internacional como la mostrada después de los ataques de Francia. ”Necesitamos que ese espíritu de unidad se extienda”, dijo, “no sólo cuando [un ataque] ocurre en Europa, sino también cuando ocurre en Nigeria, en Níger, en Camerún”.
Europa no escucha a los pobres. Provocan intervenciones militantes cuando les interesa sin consultar a los países limítrofes y se largan cuando les interesa sin importarles las consecuencias de la inestabilidad generada.
Europa tampoco es respetuosa con los pobres. La revista Charlie Hebdo ha sido calificada como un monumento a la “intolerancia, al racismo y a la arrogancia colonial”. Sus chistes reflejaban el mundo islámico de forma degradante y caricaturesca con evidente carga de mentalidad de la superioridad de la raza blanca. El “Je Suis Charlie” (Yo soy Charlie) que ha tronado en las cales de Europa no es un grito en la defensa de la libertad. El número 1099 de la revista trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que decía: “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. Hay quien ha comparado esta portada con los colonos ingleses en Tierra del Fuego que veían gracioso posar en fotografías junto a los indígenas que habían “cazado”, con amplias sonrisas, carabina en mano, y con el pie encima del cadáver sanguinolento aún caliente.
La vida de los caricaturistas asesinados es tan sagrada como la de los pobres egipcios o nigerianos y eso es lo que en Europa no queremos reconocer. Y si a la agresión cultural a los pobres, les sumamos los bombardeos y ocupaciones militares a sus países y que muchos árabes son uno de los sectores más marginados, empobrecidos y explotados de las sociedades europeas, la hipocresía se hace mayúscula. Francia ha masacrado árabes y llama libertad de expresión todo aquello que cuadre dentro de su endiosado secularismo porque su desprecio de los pobres incluye el apartamiento de la vida pública de sus expresiones religiosas.
En Europa ha tronado una falsa retórica pro-libertad a la vez que intensifica sus intervenciones militares y su protagonismo en el reparto imperial del mundo.
Es la hora de llenar las calles con el “todos somos África”.
Daniel Martinez