Lo urgente: hay que cubrir, con diligencia, las necesidades acuciantes de las personas que sufren las carencias más elementales.
Lo importante: al mismo tiempo, de forma inseparable, debemos analizar las causas que provocan esas situaciones y combatirlas.
Si no se actúa así, la entrega de alimentos en la Gran recogida (como la de este próximo fin de semana) sólo es un lavado de cara, una forma de tranquilizar la propia conciencia. Justo antes de unas fiestas que se han convertido en la vorágine del despilfarro, de las compras convulsivas y del sobreconsumo de alimentos.
Si ante una enfermedad grave sólo actuamos sobre los síntomas, pero no sobre el origen de los mismos, lo único que conseguimos es agravar la enfermedad.
De la misma manera, si toda nuestra acción se restringe a la entrega de algunos paquetes de alimentos, pero no analizamos y combatimos las causas que llevan a las familias a acudir a los Bancos de Alimentos, a Cáritas, parroquias o a ONGs, lejos de solucionar los problemas, lo agrava, y cronifica.
Porque los empobrecidos no desean vivir de la caridad, de unas ayudas paternalistas. Quieren poder ganarse su sustento con dignidad, con su trabajo. Quieren ser protagonistas en la resolución de sus problemas.
Porque una caridad malentendida nos lleva a un voluntarismo de acciones puntuales, llamativas muchas veces, pero sin continuidad, sin análisis, sin compromiso de tiempo ni profundidad. Y eso banaliza los problemas serios de los que más sufren. Así surgen en estas fechas maratones televisivos de lágrima fácil, de eventos de solidaridad pasajera, de cenas benéficas donde disfrutar de una comilona para recaudar dinero para los hambrientos….
Querido lector, ¿cómo se sentiría si recaudasen dinero o alimentos así para Vd?
Debemos hacernos preguntas, analizar, denunciar y actuar. En lo urgente. Pero sin olvidarnos de lo realmente importante.
¿Por qué hace falta que haya Bancos de Alimentos? ¿Por qué no es para casos puntuales sino cada vez más para más tiempo, cada vez se precisan más donaciones,…?
¿Quién sale beneficiado con una campaña de compras con miles de voluntarios a las puertas de los supermercados animando a comprar? ¿A quién se le hace una gran campaña gratis?
¿Qué tipo de productos compramos, de qué calidad? ¿Por qué las grandes superficies sacan productos de bajo precio para estas campañas? ¿Los receptores merecen una línea específica de calidad “para pobres”, inferior a la que compramos para nosotros?
¿No sería mucho más eficiente una compra conjunta de grandes cantidades?
¿Qué hacen esas mismas empresas de distribución con los alimentos “que le sobran”? ¿Qué hacemos cada uno de nosotros para evitar el desperdicio de alimentos?
En conclusión. Es necesario tener cuidado con las buenas intenciones. El sistema hiperconsumista en el que vivimos permite gente bienintencionada, pero no admite gente que ponga en cuestión al propio sistema, que denuncie la injusticia y actúe en consecuencia. Pero esa sí es la Gran Recogida que el mundo necesita.
José M. Santos