Francia y el internacionalismo obrero

Para reducir la cifra de 3,5 millones de parados, François Hollande ha lanzado una reforma de sus leyes de trabajo que cuenta con el rechazo frontal de los sindicatos y de los jóvenes que denuncian una precarización de los contratos y el abaratamiento del despido. El 70% de los franceses se opone a esta reforma, los jóvenes se lanzan a la calle pero  Bruselas y los organismos financieros esperan del gabinete galo la misma firmeza que han  tenido el resto de gobiernos europeos.

Los privilegiados jóvenes franceses han visto las orejas al lobo. Su próxima incorporación al mundo del trabajo se hará con la derogación de facto de la ley que limita la jornada laboral a 35 horas semanales. El nuevo giro liberal del socialismo francés afronta una tasa de desempleo juvenil del 25% con recetas similares a las españolas de la reforma de 2012.

Francia cuenta con un funcionariado privilegiado y una clase obrera industrial aristocrática en comparación con los trabajadores explotados del Tercer Mundo y la solidaridad de los franceses ha brillado por su ausencia. Las protestas de los estudiantes franceses parecen ridículas en países en los que se trabajan jornadas de 50 y 60 horas semanales para poder sobrevivir. El abismo entre los trabajadores franceses que se pueden jubilar a los 62 años  y la mayoría de trabajadores del mundo que no tienen seguridad social, exige de las protestas laborales otro tono más solidario. El capital ha dividido a los trabajadores en privilegiados y explotados. Cuando aprieta las tuercas a los afortunados, se sacan las banderas rojas a las calles, pero no es solidaridad lo que piden sino otra cosa.

Seguimos trabajando porque un día el internacionalismo obrero se haga realidad y salgamos a la calle en solidaridad con los que están peor que nosotros.

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