Mientras aquí debatimos si hay que prohibir los móviles para los niños en las escuelas, en otros sitios los niños preferirían que prohibiéramos que los fabricaran. La esclavitud infantil no es algo lejano, está aquí al lado.
Sí, enseguida nos movilizamos cuando vibra el móvil, que hemos puesto en silencio… sin embargo, no oímos la vibración del grito del niño esclavo. Ese grito silencioso que pide solidaridad, que pide internacionalismo solidario.
Debemos pedir y exigir iniciativas políticas que vayan más allá de famélicas campañas de solidaridad y de hipócritas medidas de autocontrol que se fijan las empresas como mera técnica de mercadotecnia.
Hoy más que nunca:
¡No a la esclavitud infantil! ¡No a cooperar con ella!