Cada año se presentan los mismos programas para “conciliar”, con el programa de madrugadores durante el curso, con espacios especiales durante las vacaciones escolares… incluso para los sábados. Cada vez se confirma más que no se trata de conciliar la vida familiar y la laboral, sino que la vida familiar no estorbe a la laboral, que se pueda aparcar a los hijos (con otros programas también se puede aparcar a los abuelos u otros familiares).
Esta parece ser ahora la preocupación de las administraciones públicas: les interesan más los trabajadores que las personas.
Conciliar es poder atender y educar correctamente a los hijos. No se trata de estar obligado a recurrir a estas medidas para poder conservar un empleo para poder sobrevivir y hacerlo a costa de lo que sea.
La precariedad aumenta y con ella unas condiciones laborales con horarios que no permiten prácticamente ver a la familia. En la actualidad, se realizan 6,8 millones de horas extra a la semana, de las que un 44 % de ellas ni siquiera son compensadas con dinero o con tiempo libre
Conciliar no es deshacerse de los hijos, conciliar es otra cosa y para eso es necesario un sistema laboral que ponga a la persona en el centro, que retribuya a los trabajadores con salarios justos, que garantice unas condiciones laborales dignas… que constituya un sistema humano.
Jose Montes