Hoy se debate sobre aborto no o aborto sí. No han pasado ni doscientos años desde que otras dos posturas se enfrentaban en la prensa, instituciones políticas y en la opinión pública de algunos países: los partidarios de la esclavitud que estaba vigente, frente a los abolicionistas.
Nos resulta increíble que esto pudiera producirse sin que se les cayera la cara de vergüenza a los defensores de la esclavitud. Esos debates se producían con “normalidad” y quizás como consecuencia y lastre de esa mentalidad que niega la dignidad de seres humanos a quienes lo son, siguen existiendo en el año 2014 más de 400 millones de niños esclavos. Hoy a nadie se le ocurre defender que sea legítima la esclavitud, tampoco que abolirla totalmente sea negativo.
¿Cuántos años tendrán que pasar para que socialmente se rechace el drama del aborto, como otrora ocurrió con la esclavitud en las supuestas sociedades civilizadas?. Son espeluznantes los paralelismos argumentales del esclavismo y del aborto como ideología: a nadie se le obliga a tener un esclavo pero que no se lo impidan a quienes lo deseen, con mi vida y propiedades hago lo que quiero, no son personas …
Dando otro salto en la historia, ocurrió que cuando se despojó al ser humano de toda su dignidad como tal, desembocamos en Auschwitz o en Ruanda. Cuando una persona o toda una sociedad, decide que otras personas pueden dejar de serlo por que estorban, ya pueden ser cualquier cosa: material biológico desechable o dañinas “ratas” a las que se animaba a liquidar desde emisoras de radio, en el genocidio ruandés.
El aborto además de un brutal acto de violencia contra la mujer y el niño, es un negocio multimillonario a costa del sufrimiento ajeno y es la más reaccionaria declaración de propiedad privada de un ser humano sobre otro, más allá incluso, que la del amo sobre el esclavo.