Mientras cientos de personas no encienden la calefacción estas Navidades porque saben que no pueden pagar el recibo de la luz, otras derrochan en estas fiestas como si la felicidad estuviese en tener, gastar, malcriar y tirar a la basura lo que sobra.
Mientras algunas mamás confiesan a sus hijos que Papa Noel y los Reyes Magos, no siempre traen a los niños buenos lo que han pedido, porque no hay dinero para todo y para todos, otras mamás vemos cómo nuestros hijos desprecian los regalos recibidos, porque viven con sobreabundancia de todo.
Mientras algunos de nosotros estamos de vacaciones y viajamos a ver a nuestras familias, son las mujeres inmigrantes las que trabajan todas las fiestas dejando a sus hijos solos en casa.
Una España más dividida que nunca. Construir una verdadera convivencia no puede obviar la distancia que se genera entre la necesidad y el derroche.
Tristemente, nuestro presidente de Gobierno, por muy socialista que se diga, está claramente despreciando la austeridad, del lado del derroche.
En esta ocasión Pedro Sánchez «presume» de viajar en las mismas vacaciones navideñas a las dos casas de recreo presidencial. Ha pasado la Nochebuena en el Palacio de las Marismillas en Doñana, y el fin de año en la Mareta, en Lanzarote.
Con miles de familias en paro y sin llegar a fin de mes, el propio Gobierno admite haber gastado más de 33.000 euros para preparar La Mareta. Aunque resulte vergonzoso, esto no es nuevo, el historial de despilfarro de nuestro presidente viene de lejos: los viajes en helicóptero a 5.000 euros la hora, el uso inadecuado del avión presidencial o la compra de 50 kilos de langostinos para agasajar a Ángela Merkel, en su visita a Las Marismillas del pasado agosto son sólo unos pocos ejemplos.
Señor Sánchez, deje de despreciar con sus actos el empobrecimiento forzoso que sufre gran parte de la sociedad a la que usted dice representar, y deje de despreciar también un estilo de vida de austeridad, mucho más alegre, socialista y solidario.
Nuria Sánchez Díaz de Isla