Sobre lo de Cataluña y el resto de España

Tremenda preocupación por lo acaecido estos días, aunque claro está que tiene raíces lejanas. Por eso también, preocupación y revisión por lo que hemos hecho o dejado de hacer entre todos para llegar a este punto. Y con muchos flancos y facetas por abordar, porque todavía podría ir a peor. Algunas reflexiones.

PARTIDA DE AJEDREZ EN CATALUÑA

No tengo más que unos conocimientos rudimentarios de ajedrez, pero lo de estos días me ha recordado a esas situaciones en que por demérito propio o acierto del contrario te encuentras en una situación en que hagas lo que hagas vas a perder una pieza importante, y sólo te queda elegir cuál sacrificar y tratar de perder esa ficha comiendo una del contrario. La torpeza del Gobierno central y el acierto de los independentistas ha sido llegar a esa situación límite. Ante la celebración ilegal de un referéndum pro independencia, el Gobierno, o dejaba celebrarlo limitándose a no considerarlo válido y entonces perdía (o parecía perder) su consideración de garante de la ley y las resoluciones judiciales, o trataba de que no se celebrara pero se enfrentaba a situaciones que iban a ser utilizadas (lo están siendo) como testimonio de represión antidemocrática.

La jugada, de momento, les ha salido genial porque realmente no se impidió la celebración y consiguieron sus fotos (aunque han circulado varias falsas). No sé si porque no había capacidad de cerrar todos los colegios, ni cuánto influyó la evidente pasividad de la mayoría de los mossos, o si tras los primeros incidentes más graves se dio marcha atrás… pero lo cierto es que la trampa, el anzuelo, el señuelo de los independentistas fue tragado por el Gobierno. No digo que fuera fácil decidir, porque es fácil opinar a toro pasado y en el último momento las opciones son más limitadas. ¿Se podría haber optado sólo por el bloqueo informático para poner en duda los resultados, el censo, el recuento…? ¿Haber esperado a si se atrevían con eso a declarar la independencia y actuar entonces contra los cabecillas? En cualquiera de los casos los independentistas iban a legitimar su decisión de independencia: 1) O por el resultado (si se hubiera dejado votar) porque les bastaba según su pseudo ley un voto más y sólo iban a participar independentistas y los que de buena (pero ingenua) fe, votando (aunque fuera que no) daban cobertura de pluralidad al falso referéndum; 2) O por la denuncia de la intervención legal del Estado como represión, y que además, en este caso, no puede evitar que se de un resultado favorable al sí entre los participantes.

Y, como en toda partida de ajedrez, los peones han sido los más utilizados y sacrificados. Los ciudadanos que han querido ir a votar (aun a sabiendas de que era un acto prohibido e ilegal pensando que defendían la democracia), y los agentes del orden que tenían el deber de cumplir sus órdenes. Entre los votantes creo que hay que distinguir entre los que ya están (desde hace tiempo) emocionalmente abducidos por la idea quimérica de la independencia, y aquellos que de buena fe entienden que votar es una forma de encauzar la situación. Tal vez sí fuera esa forma, si se dieran las condiciones, la información correcta y completa de las consecuencias, y si hubiera compromiso de aceptar el resultado por los independentistas, que me temo que no. Esta votación, por su planteamiento, no era democrática ni legal.

La partida de ajedrez no ha terminado, y podría reconducirse, pero quizás haya que pensar al menos en estos elementos.

VIOLENCIA – NO VIOLENCIA

Los independentistas han jugado y maquillado su imagen para aparentar ser nuevos adalides de un planteamiento pacífico, supuestamente no violento en defensa de altos ideales de libertad, democracia y bla, bla, bla. Se han querido identificar con otros movimientos históricos de derechos humanos. Pero si se analiza con seriedad, lo evidente es que son un lobo que se ha puesto la piel de cordero. Primero por su planteamiento totalitario. Es totalitario que siempre que hablan se arroguen la representación de la totalidad del pueblo catalán. Es totalitario que siempre hablen de Cataluña como una realidad distinta de España, cuando históricamente (quieran o no) Cataluña es una parte de España desde hace cinco siglos. Es totalitario que califiquen de traidores, fachas, vendidos etc. etc. a quien no piensa como ellos; y no sólo califiquen, sino que como está constatado hayan llegado personal e institucionalmente a agresiones, coacciones, amenazas, multas… ¿Sería el siguiente paso la depuración, expulsión (y que sé yo) de los «disidentes»? En absoluto la posición independentista es claramente unánime en Cataluña, ni siquiera claramente mayoritaria como para poder considerarla al mismo nivel de las víctimas de la segregación racial, de la colonización, de la invasión que han sufrido colectivos o pueblos del mundo. Pero las imágenes de violencia han realzado o confirmado para muchos sus engañosas tesis.

Y sí, la no violencia es legítima, y desobedecer una ley injusta es legítimo, pero aquí la ley injusta era la aprobada ilegalmente por el Parlamento catalán. Evidentemente hay que lamentar los episodios (según los datos objetivos parece que aislados) y las heridas que han sufrido todas las personas el día 1 de octubre. Tanto los ciudadanos como los agentes de la autoridad. Hemos visto también imágenes contundentes de agresiones, insultos y amenazas a policías y guardias civiles. Pero es evidente que algunos querían la foto del ejercicio de la fuerza, y para conseguirla pasaron de una resistencia pasiva a una resistencia activa que conlleva el choque y las consecuencias que sabemos. Si la resistencia hubiera sido realmente pacífica y pasiva, con seguridad no habría habido ningún herido. Si en algún caso algunos agentes se hubieran excedido lo determinarán los tribunales. Pero tanta responsabilidad, o más, tienen los que han empujado a ciudadanos a ponerse de escudos humanos de un acto ilegal y a convencerles de la bondad beatífica de su acción. Y es más, lo tremendamente peligroso es que se está alentando un clima en el que muchos van a considerar justificado y legítimo la creación de una ETA catalana. Las imágenes que estamos viendo de jóvenes envalentonados enfrentándose a los cuerpos y fuerzas de seguridad están calentando la olla exprés y generando el vapor para que estalle una violencia organizada terrorista. Y se creerán justificados porque se habrán creído la mentira independentista.

EMOCIÓN y SENTIMIENTOS FRENTE A RAZÓN

En toda esta problemática, porque en esencia el nacionalismo es eso, rezuma la pura emoción romántica. Mezclada, como en la parábola del trigo y la cizaña, con unas ideas e ideales positivos: autogobierno, protagonismo de los ciudadanos, descentralización, control del poder…

Algunos catalanes se sienten heridos, despreciados, desafectados del resto de España. Sentimientos que son, en buena parte, fruto de la manipulación informativa y de la corrupción educativa inyectada durante años. Cataluña no es tan rica como antes, pero sigue siendo de las regiones más ricas. En definitiva, victimismo. Si uno se considera víctima ya está justificado.

Y ese caldo de cultivo del odio genera también sentimientos en el resto de España, ¿o es que no hay que respetar los sentimientos del resto de españoles? Muchos españoles también se sienten injustamente tratados, acusados, despreciados. Sentimientos que fácilmente también entran en bucle y en espiral creciente. Así que, en el resto de España surgen ideas de boicot a los catalanes, «que se vayan», «a por ellos oé» etc. etc. Lo que a su vez retroalimenta el victimismo de los independentistas y hace aumentar su base social, porque se da el mensaje que confirma la hipótesis falsa de partida.

¿Quién pone freno a los sentimientos desbocados? Los que NO desvinculan los sentimientos de la razón, ni de la historia pasada, ni del proceso histórico que va hacia un mundo sin fronteras. Y en el resto de España no podemos caer en la trampa independentista de considerar que todos los catalanes lo son y que les despreciamos a todos, porque entraremos en su juego y será un caso de profecía autocumplida. No debemos dejar abandonada ni indefensa al, al menos, 50% de la población residente en Cataluña. El independentismo era y es minoritario y puede volver a serlo más si logramos inyectar razón y no sólo emoción adulterada.

FÚTBOL, BARÇA Y PIQUÉ

Y en un tema tan emocional y pasional, un catalizador eficaz es el fútbol. Es curioso que muchos de los que acusaban a Franco de utilizar el fútbol plagien con tanta desvergüenza ese estilo. Llevan tiempo los nacionalistas (catalanes, vascos, españolistas…) convirtiendo un espectáculo deportivo en escaparate de enfrentamientos ideológicos. El Barça, más que un club, pero sólo de una parte de sus socios y seguidores. El resto de los socios y aficionados debería movilizarse contra esa utilización partidista del club de sus amores. El Barça de nuevo irresponsablemente ya está barajando la posibilidad de jugar en otra liga; no esperarán que les acepte la francesa.

¿Y Piqué? Creo que no ha dicho que votaría independencia, sólo que se deje votar, y aunque lo hiciera tiene derecho a pensarlo y expresarlo. Acosarlo y forzarlo a abandonar la selección sería un error, una muestra más que haría crecer el victimismo y el deseo de separarse a muchos catalanes del resto de España. Ha habido otros deportistas que sí se han negado a jugar con la selección española por sus ideas políticas. Piqué siempre ha mostrado compromiso como jugador, y debería valorarse eso y sólo eso.

IZQUIERDA Y NACIONALISMO. IZQUIERDA Y BURGUESÍA CATALANA.

Afortunadamente salieron en los últimos meses y semanas algunos grupos y personas de izquierda que se han opuesto a los planteamientos independentistas. La izquierda normalmente es internacionalista, pero hay grupos de izquierda heterodoxos en esta materia; o tácticamente se alinean en posturas nacionalistas, o verdaderamente piensan que es más fácil alcanzar sus planteamientos en un espacio territorial más reducido. Pero eso pervierte el verdadero sentido de la izquierda, porque, como en este caso, se ponen por delante «los míos» a mis iguales en otros territorios de España y del mundo. Como en la I Guerra Mundial, los nacionalismos quebraron la unidad internacional de la clase obrera y hacen que se olvide la constatación de Salvador Seguí «el noi del sucre»: «El que explota en Cataluña es el mismo que explota en Madrid».

Y lo llamativo es que esa pretendida izquierda independentista no duda en abrazarse a la burguesía catalana en esta estrategia rupturista. Probablemente para darle el abrazo del oso. Es patente la sangría de votos y votantes de la antigua CIU, motivada tanto por su envejecimiento y corrupción, como socavadas sus bases por ese creciente coqueteo con el nacionalismo independentista a lo largo de estos años, hasta que se ha entregado de manera suicida en sus brazos. Último recurso y coletazo que sólo va a confirmar su desaparición o irrelevancia en breve.

IGLESIA Y NACIONALISMO

Es una corrupción moral que entre los católicos catalanes se pervierta el sano y natural amor a la patria, a la tierra donde uno ha nacido, con posturas ideológicas y políticas que mitifican y endiosan esa patria convirtiéndola en factor de división. Es decir, lo contrario de la unidad y solidaridad que proclama la Iglesia. La inculturación del Evangelio, concepto y criterio válido, no puede convertirse en coartada moral a quien de hecho no sigue el Evangelio y acepta posturas políticas que no miran por el bien común. El desierto avanza en la Iglesia que cae en la tentación del nacionalcatalanismo.

PISTAS DE SALIDA

Lógicamente no hay soluciones fáciles. Se intuyen criterios, pistas… Hay que enfocar bien. Si lo enfocamos sólo en Cataluña, realmente estaríamos desenfocando. El problema de la democracia, del control y persecución de los corruptos, del trabajo, de la explotación, de la desigualdad, del poder de bancos, multinacionales… existe en toda España y en el resto del mundo, claro. Las instituciones políticas se han demostrado ineficaces y hasta complacientes con muchas de estas realidades injustas. Hay un déficit de legitimidad y de herramientas democráticas. ¿Por qué no afrontar estos temas en común? ¿Por qué no dialogar y valorar propuestas comunes, en igualdad para todos los españoles? ¿Por qué no hacerlo dejando de mitificar conceptos abstractos, como independencia, nación, estado federal, república, monarquía…, como si adoptar una u otra forma conllevara la solución a todo?

Hablemos antes de los contenidos y adoptemos luego las formas institucionales más acordes a los tiempos actuales y a unos principios básicos: Solidaridad, encuentro, diálogo, bien común, igualdad, libertad, autogestión, cultura de la no violencia … Por ahí sí puede haber salida. Sólo así podremos alterar las reglas de esta partida de ajedrez que busca el enfrentamiento entre dos maniqueas facciones (blancos y negros), cuando, en realidad, la partida debería plantearse como en aquella genial viñeta de Quino, como la unión del pueblo: de los peones y del resto de figuras sociales (blancas y negras) solidariamente contra los que le oprimen.

Jorge Lara