La esclavitud infantil es una actividad económica imprescindible para el sistema. La explotación de niños y jóvenes, que forman el grupo laboral más vulnerable y desprotegido, se ha convertido en un instrumento de la guerra comercial internacional.
Los niños esclavos, que no cesan de aumentar, son fundamentales en el perverso modelo económico actual,.. pero sin embargo no existen. Conocemos los menores detalles de la vida de los grandes de la tierra (políticos, banqueros, artistas y deportistas millonarios…) pero apenas nadie habla de la vida y las luchas de los millones de niños esclavos soporte de la actual sociedad de consumo. Ni siquiera en la ola de movilizaciones sociales actual existe alguna que hable de los niños esclavos.
La propaganda del imperialismo, repetida infinidad de veces muchos economistas, nos quiere convencer de que en la sociedad de la información, la producción no es importante. Afirman que su valor es ínfimo comparado con el valor que tiene la investigación, el desarrollo y la comercialización. En la telefonía móvil, el valor más importante; nos dicen, es la idea, el desarrollo tecnológico… y posteriormente la propaganda y la distribución. Y sin embargo los smart-phone hay que fabricarlos.
La paradoja es que cada vez se consume más, y cada vez hay más producción de bienes de consumo. Pero no sólo móviles. Se produce cada vez más de todo. En unas sociedades enriquecidas donde cada vez se consume más y más rápido, cada vez se deshecha más y más pronto, los productos tienen que aumentar. ¡Es mentira que la producción en la actual economía de mercado esté perdiendo valor! Es de necios confundir valor y precio. La producción aumenta en el mundo. Lo que no ha cesado de bajar y condena a los productores al hambre y a la esclavitud, es el precio.
Sí se puede. Hace falta voluntad política del pueblo.
Un saludo.
Ayer murieron más de 100 personas en una fábrica en Bangladesh. La policía había ordenado el cierre por peligro de derrumbe.
Fabricaban, entre otros, para MANGO, y MANGO no se anda con tonterías a la hora de exigir entregas y endurecer condiciones a las subcontratas.
Esas condiciones cuestan la sangre de los pobres