¡No compréis la sangre de los niños esclavos!

EsclavitudNuestro mundo aparentemente camina de la mano de un desarrollo tecnológico imparable. Es tan marcada esta realidad que se tiene una esperanza acrítica y ciega en que la tecnología acabará con todos los problemas, llegando en algunos casos a un discurso más de índole religiosa que científica. Pero este iluminismo no explica que las cifras de empobrecidos sigan creciendo.

Mientras estemos en un mundo dominado por el afán de ganancia exclusiva y la sed de poder, ambas a cualquier precio, seguiremos necesitando que la sangre del pobre sea el motor de este mundo insolidario e injusto. Sí la sangre del pobre es lo que mueve la maquinaria sobre la que se asienta el mundo aparentemente perfecto e inmaculado en el que nos movemos.

Este mundo de cacharros tecnológicos cada vez más potentes, necesita de manos frágiles, pobres y oprimidas. Sin ellas no salen las cuentas económicas de las transnacionales, ni se pueden cumplir los insaciables deseos de los voraces consumidores enriquecidos.

Hipnotizados por un bizco desarrollo tecnológico, pasan ante nosotros realidades que sí son esperanza objetiva. El 16 de abril de 1995 moría un niño, un niño esclavo: Iqbal Masih. Si algo lo definió fueron dos virtudes: la esperanza y la lucha. Para los satisfechos ciudadanos de países enriquecidos, Iqbal fue y va contracorriente.

Cuesta aceptar en las autoproclamadas sociedades desarrolladas que un empobrecido sea esperanza. Cuesta aceptar que un niño no entontecido ni infantilizado hasta la sinrazón sea esperanza. Cuesta aceptar que un niño empobrecido sea un luchador, cuando la lista y despótica izquierda autoritaria y universitaria nos adoctrina con sus sujetos revolucionarios tan fragmentados y efímeros. Sí esa izquierda ahora rehecha seguirá llamando a Iqbal lumpen proletariat.

Pero esta vida contracorriente es la que nos lleva corriente arriba para dar sentido a la lucha por un mundo más solidario y más justo. Solo tenemos que dejar de comprar la sangre de los niños, solo tenemos que dejar de comprar la sangre de los pobres. El SAIn nació y existe para acabar con el hambre, el paro y la esclavitud infantil.