Lamine Bathily: “Si hay mafia, está arriba”

Lamine Bathily, portavoz del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona, cuenta a la Revista La Factoría su experiencia desde que llegó a Barcelona hace ya 11 años, sus miedos e ilusiones y la lucha diaria de este colectivo para conseguir ese estatus tan codiciado por algunos y salvaguardado por otros: la legalidad.

“Barça o barsakh” (o Barcelona o morir en el mar), eso es lo que se dice en los cayucos que cada año zarpan desde Senegal hasta costas españolas. Lamine Bathily, portavoz del Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona, fue uno de estos jóvenes que lo dejó todo con la ilusión de cumplir el sueño de triunfar en Europa, o la idea de Europa que le habían inculcado en la escuela. Sus padres estaban convencidos de que nunca cogería un cayuco, porque además no sabe nadar, pero cuando su mejor amigo desapareció y lo llamó diciéndole que estaba en España, se preguntó por qué él no podía hacer lo mismo.

No se pueden conseguir los papeles en España si tienes antecedentes penales, y Lamine acumula diez hojas de denuncias por vender en la manta interpuestas por la Guardia Urbana. No sabe si algún día podrá trabajar, pero tiene la esperanza de que la creación del Sindicato se acabe convirtiendo en la puerta legal para que esta comunidad de senegaleses con ilusión, pero cada vez menos esperanza, pueda regular su situación y cumplir el sueño que les hizo arriesgar la vida en el mar.

¿Lamine, cuándo llegaste a Barcelona?

Llegué a España hace 11 años desde Senegal, a finales de 2007. Era menor de edad y fui solo hasta una patera donde no conocía a nadie, y llegué a España sin tener tampoco a nadie. Llegué con mucha ilusión y pensando que por fin había hecho realidad mi sueño.

Con el tiempo me he dado cuenta de que ha sido un fracaso llegar aquí; no únicamente por la soledad que vives, sino también porque las leyes te empujan a hacer cosas que no quieres.

Llegué a la Isla de Gran Canaria, donde me recogió la Cruz Roja y me llevó a un centro de menores. Allí mismo pedí que me trasladaran a Barcelona, donde siempre había querido ir.

¿Por qué Barcelona?

En ese momento el F.C. Barcelona estaba en el top, con Ronaldinho, y llamaba mucho la atención. Además, tenemos un secreto en los cayucos, en la patera decimos: “Barça o barsakh”; o llegas a Barcelona o te quedas en el mar, barsakh en wolof (lengua nativa de Senegal) significa morir ahogado.

¿Cómo llegaste al cayuco?

Uno de mis amigos de la infancia, de la noche a la mañana había preparada el viaje, sin ni siquiera contármelo a mí, y al cabo de un mes de desaparecer, me llamó y me dijo: “Estoy en España”.

¿Sus padres no sabían nada?

No, cuando sales de ahí tus padres no tienen que enterarse. Mis padres tenían súper claro que su hijo no iría en patera. Yo vivía cerca del mar, pero no iba al mar y nunca había entrado. No sé nadar.

Cuando mi amigo me llamó, me contó que había llegado en patera, y me pregunté a mí mismo: ¿si él había podido llegar, por qué yo no? Entonces empecé a ayudar a mi padre, que es vendedor ambulante en Senegal, para recaudar dinero sin que él se diera cuenta. Mi madre es ama de casa y panadera.

¿Cómo fue el viaje?

Fui hasta el sur de Senegal y allí pagué por la patera. Estuvimos nueve días en alta mar, a las 24h empecé a marearme y a vomitar y el último día nos quedamos sin gasolina, pero conseguimos llegar a Las Palmas.

¿Qué sentiste en el momento en el que la patera arrancó?

Sentí miedo. No dejaba de pensar en la gente que había muerto en el mar. En esa época las noticias en Senegal no paraban de anunciar que se estaban hundiendo muchas pateras.

El problema es la imagen que en Senegal nos venden de cómo es Europa. En el colegio nos enseñan en francés, con libros de texto escritos por franceses que, por supuesto, no hablan mal de ellos. No te enseñan que desde Europa los colonos llegaron a África y robaron nuestra riqueza. Lo que nos enseñan es que los europeos que han llegado a África han creado la civilización y han construido todo lo que vemos. Son estas imágenes que tienes en la cabeza, y te crean la ilusión de querer cumplir el sueño de triunfar en Europa.

¿En estos 11 años, cuáles son tus mejores y tus peores recuerdos?

Recuerdo bueno, bueno, aún no lo tengo, porque sigo siendo ilegal, y cualquier cosa me puede pasar en la calle. Si después de esta entrevista me voy a la calle, pueden pasar dos policías, pedirme los papeles y, al no tenerlos, llevarme a un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) y mañana deportarme.

Como buen recuerdo sí que me quedaría con la gente que me quiere y me avisa cuando hay algún peligro. Eso es bonito. Otro recuerdo bonito es que, desde que hemos creado el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona siento que como colectivo estamos ayudando más que nunca, porque si tocan a uno nos tocan a todos, y cada uno está defendiendo a su compañero.

¿Y los peores recuerdos?

La primera vez que la policía me metió en el calabozo. Para mí era algo nuevo; pensaba que no iba a salir. Cuando nunca has estado en un calabozo y de repente pasas 72 horas seguidas encerrado, te parecen un año. Te cambian la mente: la luz siempre estaba encendida, estabas en el mismo sitio, no sabías si era de día o de noche… y antes de meterte en el frío calabozo te humillan y te quitan la ropa… es uno de los peores recuerdos que he tenido. Además, cuando te dejan en libertad, te dejan a las tres de la madrugada en la Zona Franca (zona industrial a diez kilómetros del centro de Barcelona).

¿Te has hecho alguna cicatriz desde que estás en España?

Sí. La primera fue en una pelea en Collblanc, barrio donde ponemos la manta. Era 2008 y fui solo, y había cinco paquistaníes que me dijeron que era su zona y no podía poner la manta, y les dije que no sabía en qué otro sitio ponerla y me empezaron a insultar y me dieron una paliza.

La otra cicatriz me la hice cuando estuve trabajando en Lérida en el campo. El jefe se fue a casa y me dejó conducir el tractor. Yo sabía cómo se arrancaba, y lo encendí, pero acabó directo en el agua y me hice el corte. Entonces llegó el jefe y tenía miedo por si venía la policía, y nosotros sabíamos lo que podía pasar, pero me fui sólo al hospital y cuando me preguntaron dije que me había caído, y me preguntaron si llamaban a los Mossos y les dije que no.

¿Qué hubiera pasado si hubiera llegado la policía?

El jefe podría haber tenido problemas legales. Estábamos trabajando sin papeles, y no sólo me habría jodido a mí mismo, sino también a mis compañeros y al jefe. Antes de que llegara el jefe, entre los trabajadores pactamos que la policía no tenía que saber nada. Lo que importaba era el trabajo.

¿Qué efectos ha generado la creación del Sindicato?

Ha desviado la atención hacia los manteros, y ha obligado a las instituciones a reaccionar y a explicar a la gente por qué hay manteros y hacerle ver que los manteros no es que se quieran dedicar a la venta ambulante, sino que el sistema les obliga a vender, porque hay leyes que no nos dejan tener papeles si no cumples muchos requisitos, y para cumplirlos necesitas pasar muchos años aquí, por lo que es el sistema el que te empuja hacia la venta ambulante, y al mismo tiempo te persigue y te discrimina.

¿Por qué decidisteis estableceros como sindicato?

Porque somos trabajadores de la calle y queremos tener los mismos derechos que la gente de aquí para organizarnos y defendernos.

¿Cómo os organizáis? ¿Hay jerarquías?

Como senegaleses, nuestra cultura es la de la cooperación. Si en Senegal no tenía para comer, sabía que podía ir a casa de mis amigos; aquí hacemos lo mismo.
Por otro lado, dentro del Sindicato tenemos representantes por toda Barcelona y nos organizamos y comunicamos por WhatsApp.

¿Cómo se eligen los representantes?

No se elige, te ofreces. Cuando me ofrecí como portavoz del Sindicato, lo hice porque los otros portavoces, o no estaban o estaban en el calabozo, y el Sindicato necesitaba a alguien que leyera un discurso. Yo tenía miedo, pero al final vi que, si no lo hacía yo, no lo iba a hacer nadie. Los compañeros me dijeron que lo había hecho bien, y desde entonces fui portavoz.

¿Por qué es peligroso ser portavoz del Sindicato?

Es más que peligroso. Como portavoz he sufrido más discriminación que mis compañeros, porque eres la imagen de todos los manteros, y tienes que dar la cara cuando hay conflictos. Todos los portavoces del sindicato han recibido discriminación por parte de la policía.

¿Hay mujeres manteras?

Las hay, pero son pocas.

¿Por qué?

Porque no están vendiendo con la manta, pero sí que hay mujeres en el Sindicato, y mujeres que venden comida y otras que en la playa hacen trenzas y también sufren mucho la persecución policial.

¿Qué piensas cuando se os relaciona con el mundo de la mafia?

Si hay mafia, está arriba, donde se da la autorización de que entren productos ilegales a Barcelona. La Guardia Civil, la policía portuaria, el Estado… todos serian parte de esta mafia, porqué son ellos los que dejan entrar los productos y permiten que se vendan en las naves de los chinos en Badalona.

La palabra mafia la descubrí cuando llegué aquí, en Senegal no te enseñan lo que es. Me contaron que en una mafia tiene que haber un jefe, pero si te fijas en los manteros no tenemos ningún jefe. Hay vídeos también mostrando cómo compramos los productos, de las cinco mentiras de los manteros… nadie nos explota. Lo único que nos explota son las leyes; son ellas las que nos obligan, porque si llego a un país y que me dicen que durante diez años seré ilegal y que me busque la vida como sea, significa que estas leyes me están explotando. Encima nos usan como instrumento para crear discursos racistas.

¿Quiénes os usan?

En esta ciudad, que llaman “ciutat refugi”, lo que hacen los políticos fascistas es utilizar los más desfavorables para crear discursos racistas. Últimamente me he dado cuenta de que nos usan para atacar a sus enemigos, y nosotros defendemos que no somos armamento de nadie, como tampoco somos un conflicto o problema de esta ciudad.
Mientras los gobiernos de aquí no dejen de firmar contratos con los gobiernos africanos, van a seguir llegando inmigrantes. Muchos manteros éramos pescadores, y la Unión Europea firmó un acuerdo con Senegal para que los europeos pudieran pescar en nuestra costa. Si vienes a mi país y me quitas el trabajo, me estás obligando a dejar mi país. La culpa es de quienes firman contratos con los gobiernos corruptos de África.

¿Por qué dices que son corruptos?

La población africana no espera nada de sus gobiernos, a los que no les importa la ciudadanía. Y son los gobiernos de Europa los que ponen los gobernantes de Senegal, y hacen con ellos lo que quieren. Será difícil volver a tener presidentes como Thomas Sankara, porque últimamente los dirigentes que hay están manipulados.

¿Conoces a Ada Colau (alcaldesa de Barcelona)?

La vi una vez en una manifestación y le dije que la venta ambulante nunca terminará. Y me dijo: “Eso ya lo sabemos”.

¿Funcionó el Plan del Ayuntamiento de Barcelona para que durante 12 meses tuvierais trabajo?

Lo llamo un plan fracaso. La intención me parece súper buena, pero Colau no lo hizo porque quisiera, sino porque la lucha colectiva del Sindicato la obligó a hacerla. La llamo fracaso porque muchos de los manteros que estuvieron en este plan tienen antecedentes penales, ¿y quién nos empuja a tener antecedentes y nos denuncia y persigue? El Ayuntamiento a través de la Guardia Urbana. Cuando hablamos con el Ayuntamiento sobre los antecedentes, culpan al Estado, pero quien nos persigue y denuncia es el Ayuntamiento, que provoca que los manteros tengamos antecedentes y no podamos tener papeles. Por su culpa, sus planes son un fracaso, porque con antecedentes no podemos trabajar. Antes de hacer planes de ocupación, hay que dejar de denunciar a los manteros.

¿Cómo avanza la negociación con el Parlament para dejar la venta ambulante?

La pelota está en su campo. Si quieren que esto que llaman conflicto termine, tienen que mojarse. Nosotros lo que teníamos que hacer, lo hemos hecho. Somos los primeros que queremos dejar la venta ambulante. Ningún mantero tenía el sueño de llegar aquí para dedicarse a esto. La venta ambulante fue por lo que dejamos Senegal, no por lo que vinimos aquí. Al venir aquí quería hacer realidad un sueño.

¿Cómo os gustaría que os viera la gente?

Últimamente las cosas han cambiado. En el Espacio del Inmigrante están haciendo un trabajo muy bueno. Hicimos talleres sobre racismo en escuelas, y esto permite que cambien las cosas. Hemos empezado a cambiar la mentalidad desde abajo, desde los niños. Cambiar la mentalidad de la gente mayor será más difícil, porque los discursos que han creado los políticos, los medios y la policía ya están en sus cabezas.

¿Y sobre el discurso de que sois violentos?

Cuando intentas defenderte, te llaman violento, pero cuando dejas pegarte, no eres violento. Lo que quieren es pegarnos y que no hagamos nada. Pero si tocan a uno, nos tocan a todos, y yo voy a seguir defendiendo a mis compañeros y no voy a dejar que nadie les pegue. No somos violentos. Al crear el Sindicato fuimos los primeros en rechazar la violencia, pero tampoco vamos a dejar que nos peguen.

Por ejemplo, yo estuve en casa un mes y medio sin moverme porque la policía me había roto una pierna. A la mayoría de los compañeros les ha pasado algo similar. En mi casa somos seis, y sólo a dos no les han roto nada. Pocos manteros tienen esta suerte.

¿Puedes hablarnos de la creación de la marca Top Manta?

Con este proyecto lo que queremos es acabarnos convirtiendo en cooperativa para facilitar nuestra legalización y conseguir contratos de trabajo. Muchas veces, cuando digo que llevo aquí diez años sin papeles, la gente se sorprende. Como negro sin papeles, nadie me hará un contrato de un año.

Lleva un año en marcha. Es un proyecto super chulo; empezamos con diez camisetas, porque somos muy pobres, y cinco las usábamos nosotros y las otras cinco las compraron los periodistas cuando presentamos la marca. Donde ganamos dinero al principio fue en las fiestas de barrio, que nos invitaron a hacer de cocineros a la vez que podíamos vender camisetas.

¿Alguna institución os ha ayudado a impulsar el proyecto?

En el proyecto Top Manta no hemos tenido financiación del Ayuntamiento ni de nadie, lo que hemos conseguido aquí ha sido gracias a la gente que ha confiado en nosotros, y ninguno de los que estamos aquí cobra. Cada día viene gente a ayudarnos voluntariamente.

Gabriel Navales
Fuente: La Factoría