Tras las fechas de consumismo compulsivo (blacfraidei y cibermondai, por sus nombres en inglés) y justo antes de la fiesta del consumo de Xms (por sus siglas en inglés) en la que hemos convertido la Navidad, es necesario descansar de tanto ajetreo y anuncio y pararse a limpiar la conciencia de los sentimientos de culpa que nos invaden por tanto exceso y derroche.
Y qué mejor forma de acallar la conciencia que pasarse por el supermercado y comprar algunos paquetes de comida (de marca blanca, claro, para que los cuatro euros abulten más) y sumarlos en la GRBA (Gran Recogida para los Bancos de Alimentos) para que llenen los estómagos los excluidos por esta sociedad del despilfarro.
Es cierto que nos mueven las buenas intenciones, pues sentimos que se deben atender las necesidades urgentes de estas familias, pero ¿es esta forma de actuar la “gran fiesta de la solidaridad” a la que nos llama la publicidad de los bancos de alimentos?
¿A qué llamamos solidaridad? ¿A contribuir con una pequeña cantidad de alimentos o dinero, muy alejado de las cantidades y calidades con las que nos regalamos a nosotros mismos? ¿A aportar a necesidades básicas cuando despilfarramos en un montón de cosas superfluas?
No. La solidaridad no puede ser dar de lo que nos sobra. Eso es asistencialismo. Una forma de ayuda que contribuye a la estigmatización del que lo recibe. Y muchas veces, si no hay un a la vez un apoyo de promoción real, a la cronificación del problema. Eso no es caridad bien entendida, porque va separada de la justicia. Eso no soluciona el problema. La evidencia es que lejos de disminuir las necesidades de los bancos de alimentos, cada año precisan de donaciones mayores.
La respuesta por tanto tiene que ir por otra vía distinta a la que nos ofrecen. La alimentación es un derecho, y como tal, debe ser exigido a los responsables de su cumplimiento. Y un derecho no a recibir alimentos, sino a poder conseguirlos por medios propios. Eso exige erradicar la pobreza en la que cada vez caen más familias a pesar de la supuesta superación de la crisis económica.
La respuesta debe venir de una reflexión previa: preguntarse por las causas ¿Por qué en España, un país desarrollado, existe tal pobreza que haya que mendigar la comida? ¿Por qué cada vez hay más precariedad y más trabajadores pobres que tienen que acudir a centros sociales pidiendo alimentos? ¿Por qué hay hambre en un mundo con 7.500 millones de personas donde se producen alimentos para 12.000 millones personas, como asegura la FAO? ¿Hay causas comunes?
Las respuestas deben llevarnos a no quedarse en la acción puntual de la donación o del voluntariado, sino a un compromiso continuado, a medio y largo plazo, de forma asociada y que responda a las causas primeras del problema, que es donde creemos en el partido SAIn que se debe actuar.
En la recogida de alimentos hay que plantear dejar de robar a los hambrientos… Los más «ayudados» en esta recogida son los supermercados de multinacionales que hacen caja a costa de lo que ingresan… y de lo que siguen robando a los empobrecidos.
¿Podríamos imaginar la fuerza de 130.000 voluntarios con los que prevé contar FESBAL este fin de semana y millones de donantes, exigiendo estos derechos a los partidos y en las puertas de los Ayuntamientos? ¿Cómo cambiarían las cosas si los voluntarios fuesen de verdad protagonistas, como pide la campaña de recogida, y dedicasen su capacidad transformadora a ello y no a hacer de animadores de compras, empaquetadores o transportistas?
Es preciso que reflexionemos también sobre nuestra actitud ante la comida. Este fin de semana se prevé recoger 22 millones de kilos de alimentos, mientras que en esta misma semana en España tiraremos a la basura 25 millones de kilos perfectamente aprovechables (¡8 millones de toneladas al año!).
Desde el partido SAIn también invitamos a ir un paso más allá y profundizar en el análisis sobre este tema ¿A quién benefician estas campañas de recogida? ¿A quién sirven sin quererlo los voluntarios? ¿A qué empresas compramos y hacemos ganar 35 o 40 millones de euros en un par de días? ¿Qué tipo de alimentos y calidades se recogen? ¿Cómo se trata a los usuarios finales, se les hace seguimiento? En este sentido invitamos a leer un libro breve titulado “Bancos de alimentos ¿Combatir el hambre con las sobras?” de Jordi Gascón y Xavier Montagut, de Editorial Icaria
Y un último paso es actuar de forma asociada, política, exigiendo que en nuestra Constitución aparezca el Derecho a la Alimentación (no existe en este momento) y a nivel internacional, se planteen las medidas oportunas para que ese derecho llegue a todas las personas, especialmente a los más de 2.000 millones que sufren hambre severa y malnutrición en todo el mundo.
Si además decidimos colaborar en esta recogida de alimentos, pensemos con qué criterios podemos mejorar esta acción, como por ejemplo: comprar de la misma forma que compro para mí (los demás no son familias distintas a la mía), comprar en el pequeño comercio, que reparte riqueza y empleo (y así evitar que el tendero sea un próximo beneficiario del banco de alimentos) y entregar prioritariamente a entidades que velen por una verdadera promoción de las personas que necesiten de estos alimentos.
Grupo de trabajo por la desaparición del hambre – Partido SAIn