Señor director:
Cada vez somos más los que sabemos que; la economía, la cultura, y la política de nuestra época, están dominadas por, alrededor de doscientas empresas de carácter transnacional. Esa es la clave para explicarnos muchos de los fenómenos sociales que vivimos.
Por ello, aunque suene sorprendente, ante una campaña electoral, siento una especie de regresión a la infancia. Me explico, todos recordamos aquellas funciones de guiñol en que tanto disfrutábamos, protagonizadas por marionetas que, o bien movidos por hilos invisibles, o con manos en su interior, representaban historias simples de buenos y malos, héroes y villanos, en las que los niños nos implicábamos jaleando al príncipe y abucheando al malvado; nos hacíamos cómplices del bondadoso, confabulándonos contra el maquiavélico.
Claro, uno va creciendo y se va dando cuenta de que la mano que maneja a unos y a otros es la misma, que lo que está viendo es eso, un teatro.
Sin perder de vista el análisis que hacíamos al principio, creo sinceramente que los «actores» de la campaña, si están ahí, es porque alguna mano les ha puesto, les ha dejado estar, les ha financiado, o les ha servido de altavoz. En nuestra época, hasta se «fabrica» la disidencia, como diría Michel Chossudovsky, y muchos la compran, como los precocinados, sin atender a colorantes ni a conservantes.
La historia nos enseña que, la sociedad avanza, crece, «cambia» -usando un término muy electoral- cuando es la sociedad, sin manos que la manejen, la que se organiza autogestionariamente y para la solidaridad.
José Manuel Cidre Mascato