Los grandes brotes de fiebres hemorrágicas, como el ébola, casi invariablemente ocurren en áreas en las que la economía y el sistema de salud han sido diezmados. Deberíamos preocuparnos por el ébola, pero no por la amenaza que puede suponer para Occidente, sino por lo que dice sobre el estado actual del sistema sanitario en África. Tres de los países más pobres del mundo (Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona) son los más azotados por este tipo de crisis sanitarias, pero las causas reales no son las enfermedades en sí.
El impacto que han tenido las décadas de guerras civiles, estimuladas por la codicia de las grandes multinacionales, y los gobiernos corruptos explican mucho mejor cuál es el problema real. En la actualidad según la OMS hay en África 2,6 médicos por cada 10.000 habitantes, frente a los 33,1 que hay en Europa. Hasta 50 personas cuidaron de la salud de la auxiliar infectada de ébola en España… algo inimaginable en los países africanos.
Es el miedo, nuestro miedo, el que hace que el virus del ébola sea considerado un problema urgente. Sin embargo el primer problema en el mundo es el hambre. Y solo en contadas ocasiones es una emergencia. Es una “epidemia” invisible e ignorada y su tratamiento nos lo hacen ver como difícil e irresoluble. Sin embargo, con el 2% del dinero gastado en salvar la banca internacional se podría haber acabado con el hambre en el mundo.
El partido SAIn lucha para que el principal problema de los empobrecidos, el hambre, entre en el primer lugar de la agenda política de los gobiernos.
El hambre mata más que el ébola pero no es considerado un mal importante; ya que de eso no pueden morir los ricos