¿Dividir el voto o dividir la dignidad de la persona?

Me encuentro a un conocido en el supermercado que sabe someramente de mi apoyo a las candidaturas que presenta o en las que participa el SAIn a las elecciones europeas y a las municipales. Me dice más o menos estas palabras: «No tengo tiempo ahora pero ya me contarás eso de las elecciones, porque ¿no crees que dividís el voto?«. Como no tiene tiempo le digo: «Pues cuando quieras hablamos«, y nos despedimos. Pero inmediatamente empiezo a pensar: ¿Qué quiere decir con que dividimos el voto?, ¿el voto de quién, de la derecha, de la izquierda? Porque evidentemente la situación política se ha polarizado, y todos se han ido a los extremos, y tratan de situar a los adversarios en el otro lado salvo a quien necesitan para los pactos postelectorales. Ya no hay centro, ahora hay tres «derechas» y dos «izquierdas», y cada una trata de ser el gallo de cada bloque, diciendo que son los que mejor pueden comandar el mismo frente al contrario.

Pero, ¿nosotros, el SAIn, estamos en algún bloque?  Conociendo a la persona que me hizo el comentario (más bien recriminación) me imagino de qué bloque piensa él que restaríamos votos. Pero eso demuestra que nos conoce poco, porque personas del bloque contrario también piensan que dividimos y que les restamos votos a ellos. Todas esas personas que piensan así, me parece que tienen un planteamiento falaz, que nos vuelve a meter en el fango del mal menor y del voto útil contra el que llevamos tantos años luchando, pero que es el fango en el que se está desarrollando esta campaña electoral. Y me parece un planteamiento conformista y corto de miras. Conformándonos desde hace décadas con el mal menor lo único que se ha logrado es que se hayan ido extremando las posiciones a uno y otro lado, y ahora tenemos lo que tenemos: más populismo, más «trumpismo», más extremismo de derecha y de izquierda que nunca desde 1978. Quienes han aceptado que se puede dividir la dignidad de las personas han dado importancia a aspectos parciales de la misma, que suelen identificarse con alguno de los bloques. Para unos, y de forma muy genérica, la dignidad de la persona se centra «casi» exclusivamente en cuestiones de sociales, laborales, económicas, de igualdad… Para otros, y con el mismo grado de simplificación expositiva, la dignidad de la persona se manifiesta especialmente en las cuestiones del principio y del final de la vida, la familia y la unidad de la patria. Pero esa división genera esquizofrenias y enfrentamientos. La división es algo diabólico: diablo significa, precisamente, el que separa o divide.

Para los que, como en el SAIn, pensamos que hay defender la dignidad de las personas en todas esas dimensiones enumeradas, y otras, todas esas cuestiones son importantes y no se pueden dividir. Es natural y legítimo que en la concreción de cómo defender la dignidad de la persona no coincidamos necesariamente con lo que se plantea en cada bloque. Pero nuestra identidad y lo que choca y sorprende del SAIn es que es difícilmente encasillable, porque para unos en unos temas somos de «derechas», y en otros de «izquierdas». Para mí, simplemente intentamos ser coherentes con la dignidad de la persona.

Los que dividen, y se dividen en su antropología, en su identidad, en su ética y su moralidad, son aquellos que se convierten en adalides de unas causas y olvidan otras. Y la dignidad de la persona es indivisible. Desde el comienzo de la vida (en la concepción) hasta su final, y durante todos los años que transcurran entre uno y otro momento, que también deben ser tratados con dignidad y con justicia. Quienes apostamos por acercarnos lo más humanamente posible a esa integridad, a la integralidad de las posiciones políticas y a la coherencia, resulta que para muchos somos los que dividimos. Lo que hay que aguantar.

 

Jorge Lara  (militante del partido SAIn)