Los esclavos son hoy más baratos que nunca. Se venden bebés por 45€ en Ghana; niñas sirias a 400€ en la frontera de Melilla; se alquilan niños por día para mendigar en Tailandia; se canjean mujeres por electrodomésticos o coches usados en Rumania; en España se esclavizan personas que realizan tareas agrícolas 10 horas por día 6 días a la semana por 30€ semanales o en el servicio doméstico sin recibir ninguna paga.
En el Protocolo de Palermo (ONU) firmado por 117 países, entre ellos España se le define como la captación, el traslado, el transporte, la acogida o la recepción de una persona utilizando la violencia, amenazas, engaño, rapto, el abuso de poder o abuso de la situación de vulnerabilidad u otros elementos de coacción con el fin de someterla a explotación y lucrarse con su actividad. Y se diferencian tres tipos, trabajos forzados en régimen de esclavitud, explotación sexual, extracción de órganos.
Tomar seriamente conciencia sobre algo implica cuestionarse sus causas, y en este caso hemos de afirmar rotundamente que la trata de personas es fruto de un mundo injusto, en el que los intereses económicos prevalecen sobre los derechos de las personas. El comercio internacional que penaliza la producción de los países del Tercer Mundo, las finanzas internacionales que imponen deudas imposibles de pagar a muchos estados, llevan a millones de seres humanos a condiciones misérrimas de vida (hambre, guerras…) que les abocan a la migración forzada y a ser muy probables víctimas de trata. Además, el problema tiene complejas ramificaciones; corrupción político-policial, blanqueo de dinero, etc. que lo mantienen y aumentan.
Es valorable que nuestras instituciones políticas, locales y provinciales se planteen el tema de la trata después de años de silencio, incidiendo en el papel de quienes pagan a mujeres explotadas sexualmente. Dicho esto, añadiremos que, nos parece frívolo plantearse una tragedia de este calado dedicándole un solo día o una semana, y mucho menos preparando actividades lúdicas al respecto, como carreras y similares.
La trata de personas, como tantos otros grandes problemas, solo se puede afrontar desde la lucha permanente contra un sistema económico que fabrica empobrecidos y, por tanto, víctimas de trata.