carta abierta de una ex-prostituta alemana

¿Piensas que Alemania es un paraíso para las mujeres que están en la prostitución? Piénsatelo de nuevo. Una mujer ex-prostituta le ha escrito una carta a Manuela Schwesig, una ministra del gobierno encargada de actualizar las leyes alemanas que regulan la prostitución. Lo que tiene que decir acerca de los cambios propuestos es importante, aunque la lectura de esta carta no resulta fácil:
Estimada Señora Ministra Schwesig:

Le escribo hoy después de conocer la reciente propuesta de reforma de la ley de prostitución y ver que tiene el sello distintivo de los lobbies de burdeles y proxenetas. Por ello, quiero pedirle que finalmente se enfrente a la realidad del distrito rojo en vez de seguir escuchando a la gente que continúa contando el cuento de hadas de la prostituta feliz y con autodeterminación.

Actualmente estoy fuera de la prostitución, en la que he pasado diez años. Por lo tanto, sé bien de qué hablo. He entrado en la prostitución por varias razones: una situación familiar difícil, en la cual estaba profundamente traumatizada por la violencia y también por el abuso sexual que sufríamos mi madre y yo, ha tenido una gran influencia, al igual que el generalizado cuento de hadas sobre la prostituta feliz. También la necesidad económica y la falta de ayuda social y psicológica jugaron un papel importante.

Sí, si así lo prefiere, entré «voluntariamente». Soy una de las llamadas «prostitutas voluntarias». Pero ¿qué es estar «voluntariamente», Frau Schwesig, cuando una persona traumatizada por abusos sexuales durante la niñez llega a esta decisión? Para mí, la prostitución era un paso más, porque ya había aprendido que, porque era una niña, estaba indefensa, no tenía derechos y podía ser abusada sexualmente. De modo que, entonces, podría también llevarme dinero por ello y al menos asegurarme mi propia supervivencia.

Si cree que soy un triste caso aislado, debo contradecirla. En esos diez años, conocí a muchas prostitutas y no había ni siquiera una sola de ellas que no hubiera sido abusada de niña, golpeada o violada siendo adulta. He visto una compulsión psíquica a seguir repitiendo y repitiendo el trauma (en la prostitución) y la autoestima de tantas prostitutas termina siendo destrozada por la violencia. La violencia del ambiente y de los prostituyentes —que nos hacen cosas que no quisiera imaginarse ni tan siquiera en sueños— y que no quiero comentar aquí.

Esa es la realidad del ambiente, Frau Schwesig, y esto es para las prostitutas «voluntarias». Y sí, también sufren trastorno de estrés postraumático, disociación, adicciones al alcohol y a las drogas, porque no lo soportan. Esto sin mencionar el hecho de que el 90 por ciento de todas las prostitutas en Alemania no son ni siquiera de Alemania. Tendrá usted suficiente imaginación para imaginar cómo son sus circunstancias de vida.

El pasado mes de noviembre escribí una carta abierta, porque ya no soportaba más los cuentos sobre la prostituta libre y con autodeterminación que cuenta el lobby a favor de la prostitución. Le envío el enlace, en caso de que le interese leer cómo es realmente prostituirse. ¿Por qué rara vez se escucha esto? En primer lugar, porque el lobby pro-prostitución nos intimida (desde que escribí la carta, he estado recibiendo desagradables e-mails, llenos de rencor y amenazas), y en segundo lugar, porque las mujeres que logramos salir estamos demasiado traumatizadas para hablar.

Incluso las mujeres que no son prostituidas se ven afectadas por la prostitución, porque los clientes son sus hombres, y llevan a sus casas lo que han aprendido en los burdeles —es decir, a despreciar a las mujeres, a comprarlas, a torturarlas— lo llevan a los dormitorios de sus propias mujeres. La sociedad es brutalizada, Frau Schwesig. Es un ciclo sin fin: cuando la prostitución es legalizada, la demanda crece, porque los hombres aprenden que está bien comprar los cuerpos de las mujeres, sobrepasar los límites, abusar del poder. La disponibilidad crece, lo que significa que hay también más prostitución forzada. Esto, a su vez, provoca que aumente la aceptación de la prostitución en la sociedad, entonces la demanda crece y así sucesivamente.

El 90 por ciento de los hombres alemanes ya han estado en un burdel. Uno de cada tres lo hace regularmente. ¿Sabe usted lo que pasa por sus cabezas, Frau Schwesig? Yo lo sé, porque lo viví en el burdel. Los mismos hombres, que le dan hoy la mano en un saludo amistoso, mañana escupirán a la prostituta en la cara durante el acto sexual, se deleitarán cuando ella con nauseas se atragante cuando tenga que tragarse su esperma y aprenderá a disfrutar del sufrimiento de las mujeres. ¿Quiere usted vivir en una sociedad así? ¡Esta no puede ser su opinión!

Nunca habrá una sociedad donde exista igualdad sexual mientras haya hombres que compren mujeres para poder abusar de ellas. ¡Y no existe la prostitución “limpia”!

Por ello, la insto a que no escuche sólo a aquellos que están a favor de la prostitución, que por cierto están mayormente dirigidos por los dueños de los burdeles. Vaya un poco más lejos y métase en el pantano, y se encontrará con los tratantes de seres humanos y con criminales organizados. Escuche también a los terapeutas y a las mujeres que han dejado la prostitución. ¡Los lobbies de la prostitución NO hablan por nosotras, prostitutas y ex-prostitutas! ¡Estos lobbies no están formados ni por 100 personas, y no nos representan a las 300.000 prostitutas que hay en Alemania; por el contrario, nos intimidan y trabajan contra nuestros intereses!

No queremos hacer esto como trabajo. No necesitamos legalización. No necesitamos a nadie que afirme que no queremos darnos de alta, el uso del condón obligatorio, etc… ¡Sí, queremos esas cosas! Pero nos gustaría por sobre todo, más que cualquier otra cosa, no tener que hacer esto. Y que los hombres que han abusado y abusan de nosotras fueran castigados. Necesitamos alternativas, no enredarnos aún más bajo los poderes inhumanos y destructivos que controlan este ambiente.

Estimada Frau Schwesig, no hace mucho tiempo que he dejado la prostitución: tres años. Tuve mi primer cliente a los 18. ¿Sabe usted qué es lo que yo más hubiera necesitado durante los diez años que estuve en la prostitución, durante los cuales fui golpeada, violada, retraumatizada, despreciada, deshumanizada y en los que viví enferma en cuerpo y alma? Ayuda y una sociedad sensibilizada que no espere y suponga que yo lo “paso bien” e incluso que disfruto de ser maltratada.

No conozco a ninguna prostituta que lo sea voluntariamente. No conozco a ningúna ex-prostituta que no tenga trastorno de estrés postraumático. Todas las mujeres que conozco han sido destruidas en la prostitución.

Por favor, prohíba la prostitución, inhumana e indigna. Y si no le es posible hacerlo, entonces, por favor frénela tanto como pueda. Muchas gracias por leer mi carta.

Huschke Mau.