Una vez terminado el plazo para la presentación de candidaturas, Caritas Española ha hecho públicas sus propuestas ante las elecciones generales. La noticia tiene dos dimensiones que no conviene mezclar y que analizaremos por separado: El hecho en sí de que una organización de la Iglesia esté así en las elecciones generales y por otro el análisis de dichas propuestas, con las que se puede estar de acuerdo o no. Vayamos por partes:
Nos alegra el hecho de que se hayan presentado las propuestas que, aunque no representan la voz ni la opinión de la Iglesia española, sí tienen un peso indiscutible al ser una organización oficial dependiente de la Conferencia Episcopal y con amplio prestigio social. Es hora de que se entierre definitivamente la conciencia, muy extendida, de que en la Iglesia no se habla de política, y de que se empiece a abrir paso la idea -presente y repetida desde siempre- de que “La política es una de las formas más elevadas del amor, porque lleva al bien común” (1). Ciertamente, en el juego político es en el que se dirimen muchas cosas que pueden ir contra el bien común, o a favor del bien común. Y nadie, con un poco sensibilidad, puede mirar a otro lado. “Conocer a los chicos de los pobres y amar la política es todo uno. No es posible amar a criaturas marcadas por leyes injustas y no querer leyes mejores” (2).
Pasemos al segundo punto: el análisis de las propuestas que se hacen. Vaya por delante que, por supuesto, no es un programa electoral.
En los 8 primeros puntos, podemos tener concordancias y diferencias que no afectan a los sustantivo de los puntos, aunque cabrían mejorarlos sustancialmente, por ejemplo, en el punto 7 “Evitar la irregularidad sobrevenida”: la vinculación actual del permiso de residencia a un contrato de trabajo es una “patente de corso” para la explotación del emigrante: “si te despido no sólo te quedas sin trabajo, sino que te tienes que ir del país”. Tal como está ahora, es una canallada.
Los principales desacuerdos pueden estar en los puntos 9 “Cumplir los objetivos de desarrollo sostenible (ODS)” y 10 “Destinar el 0,7% del PIB a AOD”. Y no estamos en contra por motivos ideológicos o prejuicios, sino, en primer lugar porque tenemos memoria: Los ODS, son herederos de los Objetivos del Milenio, que ninguna de las organizaciones que los apoyaron han hecho una revisión crítica de porqué no se cumplieron. No fueron más que un capote para encauzar ansias de justicia y enmascarar políticas de ideología de género. Y ahora vienen con los ODS, que además traen algunas mejoras, como la participación de las empresas multinacionales, causantes de la situación y que gracias a ellos se podrán lavar la cara, además de agrandar su negocio y las injusticias. En cuanto al 10, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) ha sido siempre, y en todos los países una simple herramienta de la política exterior del país donante y un mecanismo de robo. Sujeta por tanto a los intereses económicos de los poderosos. Y eso por parte de todos los países enriquecidos. No es cuestión de controlarla más o mejor: es un mecanismo corrupto de nacimiento.
(1) Papa Francisco. Entrevista a Henrique Cymerman transmitida por Cuatro el 15/06/2014
(2) Lorenzo Milani. Sacerdote y educador italiano.
Autor: Francisco Gómez del Castillo