Un año más, el 1º de Mayo. Ya somos varias, las generaciones de españoles que, ese día, prevemos las imágenes de las manifestaciones de los sindicatos; pagados por nosotros, portando pancartas, pagadas por nosotros, cubiertos de pegatinas que salen de nuestros bolsillos, y con unos líderes que se cubren de… dinero público. Todo ello aderezado con las repetidas consignas que se ablandan si gobiernan los míos, y se endurecen si mandan «los otros». Mientras, el paro, no para.
Pero este año, un acontecimiento luctuoso nos ha arrojado a la cara la realidad laboral en nuestro mundo, pocos días antes del Día del Trabajo. Más de trescientas personas han muerto y varios cientos resultaron heridas en el derrumbe de un edificio en Dhaka, la capital de Bangladesh. En su interior, una fábrica de ropa, tiendas y un banco. Ínfimos salarios, nula seguridad, higiene ausente; esclavitud. Ya sabemos que varias transnacionales, algunas de ellas, españolas, hacían sus pedidos a la citada fábrica. Bajos costes y elevados beneficios.
El 16 de Abril se conmemoraba un año más el asesinato de Iqbal Masih, niño esclavo paquistaní de doce años, que consiguió cerrar varias fábricas de este tipo y construyó una escuela en su lucha contra la esclavitud. El 1 de Mayo, como en Chicago a finales del XIX, vemos que la solidaridad, o es internacionalista, o no es nada.
José Manuel Cidre