¿Qué necesitan las futuras generaciones? ¿Cuáles son los elementos esenciales en educación? ¿Cómo equilibrar la importancia de los contenidos y las metodologías? ¿Cómo entusiasmar a un profesorado desarmado de autoridad y con toda una opinión pública que cuestiona su tarea? Preguntas previas que es necesario plantear y responder colectivamente como ciudadanos, como padres/madres, con una mirada larga, con cabeza propia, desprovisto de recetas ideológicas y politizadas para pensar en el mundo y la civilización que necesitan nuestros nietos.
El sistema educativo se encuentra sometido a las fuerzas del mercado (venta lucrativa de recursos, datos, actividades, acceso a la información, etc.) y del estado (control ideológico y partidista de la comunidad educativa).
Siempre hemos defendido una educación autogestionaria que no esté vendida al estado ni al mercado sino que esté en manos de las familias asociadas. El principio de subsidiaridad significa que el estado debe estar al servicio de la sociedad y no al revés, por ello es obligación de las fuerzas políticas favorecer una creciente participación y gestión de los padres y los colectivos sociales en la escuela. Sin unidad política el futuro de la educación está hipotecado y es imprescindible para alcanzar un pacto educativo.
El confinamiento impuesto ha supuesto un gran negocio para algunos. Un parón en seco para los más pobres (el 14% de los alumnos no tenía medios informáticos adecuados), un bajón para las clases medias y un relanzamiento educativo para los más enriquecidos. Es decir ha supuesto un crecimiento en la brecha socioeducativa. La segregación escolar aumenta.
La escuela vive a día de hoy una situación de desconcierto generada por la inestabilidad política de gobiernos minoritarios y por la incertidumbre política de una nuevo proyecto de ley de educación (después de otras tres leyes educativas aprobadas sin consenso en los últimos 18 años) que no se sabe bien en qué va a quedar por el previsible escaso consenso que alcanzará.
Comienza este curso con más de 8 millones de alumnos y casi 800.000 maestros; con una gran ideologización que lo impregna todo entre las consejerías, las delegaciones regionales, ministerio, los partidos. Para complicar todavía más la situación en España tenemos la peculiaridad de las 17 comunidades autónomas que está por demostrar si favorecen o entorpecen, por burocratización y piques partidistas, el buen desarrollo de las estrategias públicas en educación y escuela. De tal forma que muy a menudo llega a dividir colegios, claustros y hasta familias. A eso hay que sumar un cansancio o saturación mental creciente de muchos maestros y educadores agotados de promesas, planes, burocracia y laberintos legales interminables.
Es preciso corregir la inflación universitaria con una seria, extensa y rica formación profesional que diversifique la oferta y la demanda laboral.
El gasto en educación ha bajado en los últimos años (menos del 5% del PIB y menos del 10% del gasto público total); aunque es cierto que la solución no sólo está en aumentar las inversiones. A la hora de articular claves de respuesta es importante desfuncionarizar la mentalidad de los maestros y profesores. Es vital racionalizar el gasto y hacer que los padres se impliquen más en la vida de los centros educativos. Empezando por los planes de estudios y replantear radicalmente la formación de los futuros maestros y profesores.
La ratio, el gasto por alumno o el abandono escolar temprano son indicadores que agravian las zonas y comunidades más enriquecidas frente a las empobrecidas. Casi el 40% de los españoles no tienen la ESO, eso es un fracaso de la escuela, pero sobre todo de toda la sociedad. No es solo cuestión de los niños, la escuela y la educación es cosa de todos.
La división entre escuela pública y concertada no deja de ser un señuelo para desviar la opinión pública de los verdaderos problemas que atañen a la escuela. Toda la escuela debe ser pública en cuanto a sus destinatarios y debe ser ‘estatal’ y ‘de iniciativa social’ en cuanto a su propiedad, para evitar al menos en parte la escuela como correa de transmisión de los poderes fácticos. La concertada no puede desentenderse de los inmigrantes, los más atrasados o desestructurados.
Para desarrollar la verdadera labor de la escuela de humanizar, formar una sociedad libre, crítica y responsable es preciso exigir sintonía a los medios de comunicación social, las redes, la opinión pública; todo ello muy en línea con la mercantilización del entorno escolar. Hoy quizá es más verdad que nunca que para educar a una persona es necesaria, imprescindible una comunidad y por tanto es la comunidad, toda la sociedad, la que se debe sentir responsable del nivel cultural, educativo y madurativo de sus generaciones siguientes.
Seguimos levantando la voz y la palabra por un gran pacto social (no sólo político) que lleve a una ley educativa de consenso; por el aumento del gasto en educación; que los educadores, actores importantes refuercen su autoridad, que se facilite el diálogo entre maestros y padres. La clave está en caer en la cuenta como sociedad que la escuela es el mecanismo colectivo que tenemos como pueblo para autogestionar nuestro futuro.
María Isabel Rodriguez