La activista Takbar Haddi, cuyo hijo fue asesinado por colonos marroquíes el año pasado, arranca a Lacalle el compromiso de impulsar actividades informativas y de sensibilización con la causa
Con el luto por dentro y el gesto sereno, Haddi recorre el país en busca de apoyos civiles e institucionales. De nada le sirvió su huelga de hambre durante 36 días ante el Consulado de Marruecos en Las Palmas de Gran Canaria. Ahora, paso a paso, recoge firmas para que su voz se escuche en el Congreso de los Diputados. Ayer en Burgos consiguió algo más: el compromiso del alcalde, Javier Lacalle, para impulsar un proyecto sobre derechos humanos que se canalizará a través de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. Lo que se pretende, según confirmó su presidenta, Maite Jiménez, es organizar conferencias y actos de sensibilización que contarán con la presencia de activistas y víctimas de la violencia ejercida por el régimen de Mohamed VI.
«Este apoyo es muy loable, pero tenemos que ir un poco más allá», añadió Marian Rocandio, portavoz de la delegación mirandesa de la asociación, dada la necesidad de informar a la «sociedad civil» sobre los orígenes y consecuencias de un conflicto que las autoridades españolas han obviado durante 40 años. En este sentido, destacó el papel de Haddi, «la voz de muchas madres», en su lucha por visibilizar «lo que sucede en los territorios ocupados».
«Nos quieren eliminar»
«Marruecos quiere un Sáhara sin saharauis». En estos términos se expresaba la madre coraje tras su encuentro con Lacalle y la portavoz del equipo de Gobierno, Gema Conde. A su lado, el activista, escritor y periodista Ali Salem traducía un desgarrador relato que las autoridades del país vecino han intentado acallar con dinero de por medio. «Quisieron presionarme para que aceptara 90.000 euros y que se apagara definitivamente la voz de mi hijo», pero lejos de acceder al soborno plantó cara al miedo para evitar que «el caso quedara en el anonimato y en el olvido».
Haddi volvió a demostrar que no olvida, nunca lo hará. Y aunque le duela, repite la trágica historia de su hijo en cada ciudad. Después de la brutal paliza, agravada por un profundo corte en el cuello con unas tijeras, el joven fue trasladado al centro hospitalario Ben El Mahdi de El Aaiún. Y de ahí, tras una cura superficial, dio con sus huesos en la cárcel, donde permaneció retenido dos días «con los pies colgados de la pared».
Más golpes y nuevas visitas con el «mismo médico de guardia», conminado por la Policía a no esmerarse demasiado. En este duro trance, le pusieron inyecciones «cuyo contenido desconocemos». Lo que sí sabe Haddi es que el cuerpo de su hijo, después de dos operaciones en el Hospital Hassan II de Agadir, dijo basta.
«Nos quieren eliminar», recalcó en varias ocasiones. En este sentido, denunció una vez más la situación de las mujeres embarazadas, obligadas a parir «por cesárea» con el fin de impedir que tengan más hijos y así garantizar «que vaya bajando la natalidad».
Aquí, de momento, se siente más segura, aunque asegura haber recibido amenazas verbales de individuos que le han fotografiado -desde un coche o a pie- «para intimidarme». Quisiera difundir su mensaje por «otros países de Europa», pero el Gobierno marroquí «sigue sin darme el pasaporte», así que ha de conformarse con un permiso de residencia en España. A pesar de su valentía, Haddi no oculta el temor a que la historia se repita con su segundo hijo, que recientemente regresó a El Aaiún junto al resto de su familia. Mientras tanto, resiste desde Canarias junto a su marido y su hija pequeña.
Fuente: ECB
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