
Entre la eclosión de novelas futuristas y distópicas (y sus correspondientes películas) de los últimos años, donde la palma se la lleva probablemente “Los Juegos del hambre”, también destaca la trilogía “Divergente” de Verónica Roth.
En esta trilogía se nos presenta una sociedad que se ha dividido en 5 grupos (facciones) que encarnan una virtud o valor: Osadía, Abnegación, Erudición, Cordialidad y Verdad. El planteamiento y la trama dan para comentar, pero me voy a limitar a un aspecto. En esta sociedad, que encasilla a sus ciudadanos en una de estas facciones, se considera peligrosas a aquellas personas que califica de divergentes, por cuanto no se ajustan en puridad a ninguna de las facciones, sino que reúnen características de varias de ellas, que es lo que le pasa a la protagonista que se rebela contra ese planteamiento tan cuadriculado.
En nuestra sociedad, en el mundo político institucional también se da ese reduccionismo y encasillamiento en categorías, que es tan simplista que cada vez se muestra más agotado. Por eso, los partidos que optan a configurar grandes mayorías tratan de escapar de la tradicional división izquierda-derecha, y ocupar el disputado centro, así como ocultar o maquillar sus posturas en las grandes cuestiones vitales, o dejarlo en palabrería sin concretar, o en prometer y luego incumplir sin pudor.
Pero si hay un partido que merecería más que ninguno el calificativo de divergente es el nuestro, el SAIn. Siempre hemos expuesto que teníamos raíces en una izquierda histórica sin continuidad en los partidos que oficialmente así se han considerado; una izquierda que se entendía como “postura moral ante la vida”. Y a ese planteamiento llegábamos desde una raíz aún más profunda, una evidente inspiración cristiana pero sin confesionalismos. Desde esas raíces nuestros grandes planteamientos de defensa de la justicia social, la vida y la familia nos han parecido lo más coherente. Sin embargo, en la sociedad y en el panorama político encasillado en las categorías simplistas que hemos citado nuestro planteamiento ha resultado cuando menos sorprendente. ¿Cómo se puede ser de izquierdas y estar contra el aborto? ¿Cómo se puede apoyar a la familia y el matrimonio natural, y a la vez con la misma fuerza luchar contra el paro y la explotación? Porque nuestro principio es la solidaridad, y en nuestros valores y puntos del programa eso se traduce en unas posturas claras, diáfanas y nada ambiguas. Unos planteamientos que tienen como horizonte la construcción del bien común desde el respeto a la dignidad inviolable de cada persona.
Lo que hoy se percibe como divergencia, sin duda será un planteamiento que será buscado y acogido, antes o después, por mayorías sociales. Esperamos y trabajamos para que sea cuanto antes. ¿Te apuntas a ser divergente?
Jorge Lara
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