CONVERSIÓN ES REVOLUCIÓN

CONVERSIÓN ES REVOLUCIÓN
SENTIMIENTOS REFLEXIONADOS a raíz del debate entre grupos de izquierda.

Como resumíamos hace unos días, el SAIn intervino en un debate organizado por IZAR junto a otros grupos del espectro de la izquierda.  Se pueden ver los vídeos de este debate en este enlace. En la parte de ponencias cada partido respondió a las preguntas planteadas. En la segunda parte, el público podía intervenir.
La primera pregunta desde el público no fue sobre ninguno de los temas que se habían tratado, fue sobre el planteamiento de lo religioso en las instituciones y en los partidos. Mi primer sentimiento fue de fastidio: “ya estamos con la matraca“, para algunos parece que su identidad de izquierda se define a partir de estar contra la religión antes que por sus ideales, sus valores, su cultura obrera…, pero enseguida, se diluyó ese fastidio ante el sentimiento de pena, porque pese a la parte de tópicos, de recurso ideológico, de sectarismo, hay una parte de verdad. La existencia histórica de un falso cristianismo, farisaico, legitimador de situaciones de opresión es un hecho que provocó la apostasía de la clase obrera, aunque en sus orígenes el movimiento obrero tenía claras raíces cristianas. La visión distorsionada de la religión, al menos de la cristiana, es, en parte, fruto del pecado de tantos cristianos que no fueron, y no hemos sido ejemplo con los hechos de lo que predicábamos con la palabra. “Amaos para que viendo como os amáis crean en el Padre” dice el Evangelio en un pasaje; pero no ha habido ese amor, y, por ejemplo, el Papa Francisco ha tenido que recordar recientemente que “la explotación laboral es pecado mortal”.  Y la pena es tanto por la constatación de esas incoherencias como por ver las consecuencias de escándalo que naturalmente tienen en tantas personas. Personas que, como muchas de las allí presentes, por un lado demuestran el interés y entusiasmo en seguir un ideal más allá del egoísmo, se comprometen con ello, pero por otro lado ven cerrada la puerta a la fuente inagotable de sentido de la vida, de fortaleza, de entrega, que da el cultivo de la espiritualidad cristiana.

El gran peligro del cristiano
Decía uno de los presentes “soy ateo gracias a Dios”. La frase, de paradójica ingeniosidad, sería más cierta si dijera “soy ateo militante gracias a Dios”. Porque en cualquier militante se puede reconocer la presencia misteriosa del aliento divino que le llama a la entrega, al sacrificio, a la lucha. El ateísmo es, en esos casos, algo circunstancial, y que muchas veces ha sido temporal. Cuando se han encontrado con la verdadera propuesta de fe, son muchísimos los que se han convertido. Sí, entre los asistentes a esa mesa redonda, yo percibí realidad y potencial militante. Decía Tomás Malagón (sacerdote que combatió en el ejército republicano  y que, como tantos y tantos, creyó en los pobres) en la introducción a su libro Encuesta y Formación de militantes: “Militante es todo aquel que desinteresadamente lucha y se afana por instaurar en la sociedad un ideal, por llevar adelante una empresa determinada, por difundir un modo de ser o de actuar, que él considera mejor, entre los hombres. Y por supuesto que no todos van a ser militantes. Sólo algunos se esfuerzan y trabajan por cosas que nada tienen que ver con su medro, con su ganancia, con su comodidad. Pero ¡qué bueno sería que todos en la sociedad fuéramos militantes! Militantes enamorados de este o de aquel ideal, por considerarlo bueno; pero militantes. Lo malo es el aborregamiento, el adocenamiento, el aburguesamiento, comodón o cobarde tan general. Esto nos da náuseas. Y de alguna manera quisiéramos contribuir a hacer aumentar el número de los que creen en algo, de los que quieren algo, de los que se esfuerzan por algo, de los que consagran su vida a algo que no sea su dinero, su carne o su vanidad.”

Cierto es que, sobre la concepción negativa de la religión y de la Iglesia, también tienen responsabilidad las personas que por ignorancia, o por estar en un ambiente ideológicamente sectario asumen sin espíritu crítico el apriorismo de que la religión es un enemigo. Responsabilidad atenuada en el caso de aquellos que han topado con personajes o instituciones poco o nada evangélicas, pero responsabilidad, porque afortunadamente a pesar del antitestimonio de algunos, el Evangelio sí ha sido encarnado en muchas personas e instituciones. El representante de la CGT, que también era el más maduro de la mesa, fue el más realista al asumir que en su sindicato el tema no se planteaba, dado que, además, era evidente que entre sus militantes había cristianos muy comprometidos.

Entendemos que la “maldad” de la religión cristiana no es en absoluto la que se le achaca, porque hay mucho, mucho de leyenda negra, de leyenda interesada… y porque dicha maldad no está en los planteamientos, sino en que tantas veces los cristianos no respetamos y no vivimos los planteamientos del Evangelio. La religión cristiana es una religión liberadora, y aunque hay quienes planteen que ni siquiera el planteamiento lo es, para ese debate yo propondría partir de las instrucciones sobre teología de la liberación, y libertad cristiana y liberación que impulsó el entonces Cardenal Ratzinger, o algún libro de Guillermo Rovirosa como “Comunistas y cristianos”, “De quién es la empresa” o, por supuesto, el “Coopin“,  y después, hablamos.

Pero, al menos, algunos convendrán que a ellos también les pasa que su ideal comunista o anarquista ha tenido episodios históricos más que oscuros, y que su “excusa” es que no se llevó bien a la práctica lo que la teoría señalaba.

Sobre otros temas que se planteaban en el debate alrededor de la religión, su importancia entiendo que era menor, aunque no exenta de relevancia. Es llamativo que se pretenda negar la presencia pública de la religión, cuando es fundamento de la libertad religiosa que forma parte de los derechos humanos y fundamentales. Por esa vía se acaba en el totalitarismo. Con el mismo nivel argumental, si se afirma que la religión es algo privado, también debería serlo cualquier planteamiento ideológico, o personal. ¿O es que ahora si a mí me gusta correr, me van a criticar los que les gusta más el “sillón ball”, y me van a exigir que me compre una cinta de correr, y corra sólo en mi casa porque se sienten atacados en su sedentarismo si corro por las calles? ¿Si a algunos les molestan las procesiones de Semana Santa, puedo yo pedir que tampoco haya manifestaciones donde se ondeen banderas comunistas, republicanas…? ¿Si algunos se mofan de las imágenes de piedad, puedo yo pedir que se cierren las visitas o exhibiciones de la momia de Lenin? En otros asuntos podemos dialogar, y acercar posturas, la clase de religión no debe ser (no es) catequesis, y otros asuntos similares en los que sólo haría falta un poco de sentido común y respeto.

Al sentimiento de pena, de dolor por el reconocimiento de las incoherencias históricas y actuales, sigue en una lógica cristiana el pedir perdón . Los católicos empezamos todas las eucaristías pidiendo perdón. En eso se dio una (¿curiosa?) coincidencia en la mesa redonda. Cuando llegó la pregunta sobre cómo afrontaba cada partido el tema de la igualdad de género, todos empezaron pidiendo perdón porque ninguna de las organizaciones había llevado a una mujer resaltando la incoherencia que eso suponía; “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

La cita de Tomás Malagón, que antes recogía, continuaba con esta frase: “Pero no queremos simplemente que haya más militantes. Queremos que sean militantes cristianos, es decir, apóstoles en el pleno que hay que dar a esta palabra, constructora de un mundo tal y tan verdaderamente humano que ante el Padre y ante los hombres sea ya, en plenitud y de hecho, gloria de Cristo.” Entre militantes podemos entendernos, pero hay un aspecto que estimamos no se puede obviar, y que de alguna manera, antes o después, toda persona (incluidos los ateos militantes) se tienen que plantear, y es el reconocimiento de una dimensión trascendente, espiritual. La realidad de que hay situaciones, momentos en la vida, en que una persona se enfrenta a cuestiones que le superan: a la muerte, a la enfermedad, a la traición de un amigo, de un compañero, a las ganas de abandonar, a no encontrarle sentido a la lucha… Y ya sabemos que si no se vive como se piensa, se acaba pensando como se vive. Y se abandona el radicalismo, se pierden las raíces, y eso pasa tanto entre los cristianos como en el campo comunista, socialista o anarquista. Por eso, es habitual y hasta cierto punto cómico, los constantes reproches entre grupos de izquierda acusándonos unos a otros de reformistas, disidentes y demás, lo que también presenciamos en la mesa redonda.

Haber conocido a militantes conversos como Julián Gómez del Castillo nos hizo a mucho superar nuestras reticencias y nuestros puritanismos, nuestro progresismo o nuestro aburguesamiento, nuestro anticlericalismo o nuestra beatería. En 1970 Julián fue a visitar a Cipriano Mera (anarcosindicalista español, jefe del ejército republicano en Guadalajara).  Dicho encuentro se relata en la presentación de la biografía de Cipriano Mera que se publicó en Voz de los sin Voz, y se produjo por el respeto de Cipriano a la labor contra el franquismo de la editorial cristiana ZYX, a la que Cipriano calificó como la “editorial más revolucionaria de España“. Cipriano se interesó por el tema de la Iglesia, porque la identificación para esos militantes obreros entre Iglesia y derecha política era absoluta e indiscutible. Por eso se extrañaba de que hubiera otra realidad, y preguntaba a Julián “¿Usted es cristiano de los que van a misa? – Sí. -Pero ¿a esas misas que el cura se pone ropas raras? – Sí (…) –¿Ustedes creen en Dios? -Es la razón de ser de nuestra vida militante por un mundo sin opresores ni oprimidos. (…) Después de horas de conversación llegó la despedida, Cipriano y un servidor nos abrazamos largamente y lloramos juntos. Emocionado me dijo: ‘Con cristianos así la Guerra Civil no hubiera existido‘ (…) Le pedí a Mera un último recuerdo: que me contara el hecho de solidaridad más importante que sus compañeros mejores hubieran tenido con él. Me respondió: ‘Espero morir pronto y que la tierra me de el calor que me negaron mis mejores compañeros’. Emocionados los dos, le respondí: ‘Ese calor que esperas de la tierra, yo le llamo Dios. Lo tendrás’. ‘- El Dios en que tú crees, yo también creo ‘, respondió él.” Y concluye Julián con un llamamiento al lector: “Que estas pinceladas de una larga y corta entrevista te animen, joven militante, al saber que además de la estupidez consumista actual, los hombres solidarios siempre nos encontraremos con un Dios que es SOLIDARIDAD.”

Julián repetía otra fabulosa síntesis para esto “Conversión es Revolución“, dos caras de la misma moneda, la revolución si está alentada por la lucha por la dignidad, si es por amor, lleva a encontrarse con Dios, a la conversión; y si hay conversión auténtica, no puede vivirse de otra manera que en la transformación radical del mundo, como decía Malagón con la expresión, que ahora espero se entienda mejor, “a que el mundo cante la gloria de Cristo”.

Por eso, el último sentimiento que me produjo esta charla es el de esperanza condicionada. Esperanza porque todo cristiano pedimos y cultivamos esa virtud, la virtud del que lucha. Esperanza en que se extienda el espíritu y el ideal de la militancia de los que hay tantas semillas. Pero condicionada, porque a pesar de que todo no depende de nosotros, sí podemos colaborar o no a que estos ideales se extiendan con mayor o menor prontitud. Condicionada porque si muchos somos menos escándalo será posible antes. Condicionada, porque si muchos abandonan el sectarismo, los prejuicios, los tópicos… construiremos solidaridad. Quitemos las condiciones, y quedará la esperanza.

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