El SAIn recurre a “Cervantes” contra el caciquismo de Lacalle

Capí­tulo Enésimo: Que trata de cómo el poco noble alcalde Lacalle censuró una vez más la información polí­tica del SAIn y otros partidos, pues es poco amigo de democracias, de cómo se hace propaganda con el dinero de todos, y de cómo la Junta Electoral permitió algunas destas tropelí­as prevaleciendo las formas a la justicia.

Seguí­a el buen Sancho siendo adoctrinado por su hidalgo señor en las artes de dirigir la pení­nsula Barataria, cuando quiso consultarle por un hecho que habí­a acaecido en una villa cercana. Preguntóle Sancho:

– Buen señor, ha llegado a mis oí­dos que hay elecciones para elegir alcalde en muchas villas.

– Cierto es, y cosa buena es, porque ya desde Aristóteles sabemos que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y en Castilla se acogieron con entusiasmo tales ideas, y se formaron muchos concejos, que de por sí­ son excelentes. Aunque también es sabido, que en la práctica una cosa son las formas externas, y otra el meollo que haya dentro, y que muchas veces por fuera hay cáscara pero luego el huevo está hueco.

– Me he enterado también, que en la villa de Burgos el alcalde aprovecha al pregonero no para informar sino para presentarle estupendo, que no es la primera vez que en esto es pillado, y aunque luego se lo anulan, él ya se ha beneficiado. Y también utiliza otras viles tretas para que los que le disputan el puesto no lleguen a hablar con el pueblo. Dice que los tablones donde todos podí­an pegar sus panfletos, son poco decorosos y que ensucian, aunque yo creo que es más bien porque para él son tormento, porque teme que las gentes hartas de sus manejos elijan otro alcalde que sea muy mejorable, lo que a poco es alcanzable. Y aunque algunos como el SAIn recurrieron a la Audiencia, ésta puso excusas, de plazos, de si habí­a que ir por lo derecho o por lo izquierdo, y que así­ como está, para todos es igual, aunque eso bien saben que no es cierto, porque los grandes tienen espacios que no tienen los pequeños.

– Amigo Sancho, sabes bien que te he enseñado en otras ocasiones, que la historia se repite, y que el hombre es el único bruto que tropieza dos veces en la misma piedra, pero que si es polí­tico o cargo electo, no sólo dos sino ciento. Es difí­cil que en ese terreno polí­tico haya verdaderos caballeros, que se pongan al servicio del débil, de la viuda, del huérfano, del extranjero. Caballeros sin espada de hierro, pero con convicciones sin freno; sin ambigí¼edades y con la alegrí­a de saber que el servicio a sus conciudadanos no tiene precio; que viven serenos y que no buscan su sustento, sino que ponen su máximo empeño en que a su alrededor nadie viva estrecho; que elevan sus ojos al cielo para después bajarlos al suelo, que viven como los demás, son uno de ellos. En esto conocerás, amigo Sancho, cuándo te encuentras ante un humilde y sincero caballero en las difí­ciles lides polí­ticas, y si no, será uno de tantos mastuerzos, engolados en sus puestos, que se creen más que nadie, cuando todo en ellos es defecto. Y sobre la justicia, qué decirte amigo Sancho, que pocos salomones ha habido en la Historia, y que puestas las leyes por escrito, hay mil caminos y argumentos para que lo que es evidente al sentido común, se vuelva del revés, y con palabras altisonantes se justifiquen los desafueros. Bien dijo aquel sabio que la justicia es como una tela de araña, atrapa bien a los pequeños, pero a los grandes deja sueltos.

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