Un estilo de gobernar

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Cuando los dirigentes del Partido Popular insisten en que el inmenso banquillo ocupado por miembros de su partido es una excepción, parecen tomar a los ciudadanos por tontos.

La corrupción del Partido Popular es algo sistémico. Mariano Rajoy ha sido el hombre más sumiso a los dictados de la Troika. Quien volvía de Bruselas proclamando su obediencia a los que mandan ha sido el mismo que ha mirado para otro lado cuando afloraban las tramas corruptas de su partido.

En las legislaturas de Aznar se pusieron los cimientos de la corrupción actual: Comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones y cajas de ahorro fueron asaltadas por bandas criminales.

El PP ha usado su mayoría parlamentaria para tratar de echar tierra sobre el asunto. Si la justicia y los órganos de control del Estado colaboran con la corrupción, nuestro país no tendrá solución.

Pero de momento nos ha permitido ver que partidos, sindicatos, monarquía, municipios, cajas de ahorro, etc., se han visto arrastradas por la marea corrupta. Es inadmisible que los que inauguraban ruinosas obras faraónicas hoy pidan sacrificios al pueblo.

Sólo 8 de los 86 titulares de las tarjetas opacas de Bankia renunciaron a su uso lo que muestra el ínfimo porcentaje de honradez que hay en nuestras instituciones y nos indica la profundísima limpieza que tenemos que hacer.

En esa limpieza el PP va a ser un duro adversario. Cuando Ana Mato dimite de ministra sigue aferrada a sus cargos en el partido y en el parlamento. La señora Aguirre escogió a corruptos para gobernar y se postula como candidata al Ayuntamiento. Por desgracia, los corruptos no sienten aún la presión social para irse a casa.