Rescatan en India a 73 niños que "trabajaban día y noche" para fabricar joyas de imitación

Más de 70 niños que fabricaban joyas de imitación han sido rescatados en una operación policial que ha tenido lugar en el estado de Gujarat, al oeste de la India. Los menores, según los agentes, trabajaban día y noche para producir pulseras y aros baratos que acababan en país occidentales.
Fueron dos niños que lograron escaparse hace unos diez días quienes informaron a las autoridades de las condiciones en las que trabajaban en un taller. Así se puso en marcha la operación y en total se ha localizado a 73 niños, la mayoría de ellos entre los ocho y los 14 años. Fabricaban «en condiciones inhumanas» por unas 3.000 rupias al mes (37 euros).
«Los niños que rescatamos trabajaban día y noche. Unos 10 o 12 compartían una habitación y en algunos casos vivían en el lugar de trabajo», dijo Balram Meena, comisionado adjunto de la policía de Rajkot (Gujarat), a Reuters. «Los niños rescatados nos están conduciendo a más niños. La ofensiva continuará esta semana».
Se trata, sobre todo, de menores originarios de Bengala Occidental, al otro lado del país, traficados por hombres que prometían a sus familiares que recibirían un salario de 6.000 rupias (74 euros). Por el momento han sido detenidas 25 personas, entre empleadores y traficantes.
Unas 700 firmas que se dedican a la bisutería de imitación tienen sus centros de producción en Rajkot. De ahí, las pulseras, aros y collares baratos, que tratan de imitar la lujosa industria de joyas de la India, viajan a Reino Unido, Alemania, Estados Unidos u Oriente Medio.
Este tipo de producción tiene lugar en talleres pequeños o en las propias casas de los trabajadores, que por lo general son mujeres: la empleada recibe los materiales y debe entregar cada cierto tiempo una cantidad de productos. Este sistema, que es del todo informal, además de difuminar las responsabilidades entre empleador y trabajador complica la supervisión y el control de las condiciones de trabajo. Los bidis, que son los cigarrillos baratos muy populares en India, se realizan con un método similar.

El trabajo infantil, una lacra en el país

El trabajo infantil es una lacra que arrastra la India desde tiempos inmemoriales. El activista indio Kailash Satyarthi ganó en 2014 el Premio Nobel de la Paz por su trabajo tratando de erradicar la explotación infantil en el país. Con su organización Bachpan Bachao Andolan (BBA), Satyarthi se hizo conocido por sacar de centros de trabajo a más de 80.000 menores en redadas en las que acompañaba a la policía.
Pero la liberación de esos niños en muchas ocasiones es momentánea, porque pronto acaban en otros empleos, ya sea en su lugar de origen o en un nuevo destino urbano. Porque la redada policial es un paso que aborda el final de la cadena, pero atajar el problema implica ir a las causas, es decir, a la situación de pobreza en la que viven sus familias, a la precariedad de sus vidas, a la necesidad que tienen de obtener ingresos. Todo eso hace que cada miembro de la familia deba aportar algún beneficio al clan, de igual modo que los padres le encuentran sentido a entregar a sus pequeños a un empleador o traficante que promete buenos tratos y suculentas ganancias.
La última reforma de la ley prohíbe el empleo de menores de 14 años en cualquier trabajo, excepto en empresas familiares o en ciertas actividades de entretenimiento o deporte. En esos casos, el trabajo se debe realizar fuera del horario escolar y siempre que no sea una actividad «peligrosa».
Es difícil saber las cifras exactas de cuántos menores se encuentran trabajando ilegalmente porque la mayoría opera en el sector informal de la economía, ese en el que nadie registra nada. Las autoridades dicen que se trata de unos 10 o 12 millones de niños, pero las organizaciones de derechos humanos como Save The Children o Friends Of Salaam Baalak aumentan esa cantidad hasta tres o seis veces más. ¿Cuál es el destino de esos niños? La agricultura, los talleres de telas y ropa, las fábricas de ladrillos, el trabajo doméstico en casas ajenas o la recogida de basuras.

Víctor M. Olazábal
Fuente: El Mundo