Por razón de justicia

Se habla de una reforma electoral. Y cada partido encontrará sus propios motivos. Pero posiblemente haya unos motivos claros con los que debieran de estar de acuerdo todos: es necesaria una reforma de la ley electoral por razón de justicia, de búsqueda del bien común, de una igualdad de oportunidades tanto para votar como para ser votado y elegido.

Conseguir que todos los votos tengan el mismo valor, independientemente del lugar dónde se vote o de a quién se vote.

En definitiva, se trata de democracia.

A muchos contribuyentes les preocupa, con razón, que las elecciones suponen un gasto cada vez mayor, o que pueda ser una vía de financiación “extra” de los partidos más allá de lo que debieran ser las aportaciones que reciban de sus afiliados. Pero hay mecanismos con los que se puede generar un menor gasto. Uno de ellos puede ser el hacer en un único envío postal la entrega con las papeletas de todos los partidos.

Quizás hoy hablar de ley electoral no está de moda, o solo está de moda cuando alguno de los cuatro partidos grandes la menciona. Pero es también necesario que todos los partidos (grandes o pequeños, parlamentarios o sin representación parlamentaria) tengan igualdad de oportunidades a la hora de presentarse a las elecciones: ya sea con el conocimiento de todas las papeletas o con la eliminación de la barrera que supone conseguir miles de firmas cada vez que se presentan a las elecciones.

A la hora de plantear la necesidad de una reforma electoral no valen argumentos en línea de conseguir una mayor gobernabilidad. La gobernabilidad se consigue con una política basada en el diálogo y buscando el bien común, y así debería ser con la elección de una presidencia, con unos presupuestos o a la hora de trabajar por el sistema educativo. No buscando una ley en la que siempre se beneficie mi partido. No se puede pretender como quiere el Consejo de Europa reducir la representación a aquellos que alcancen el 5% (acaban de aprobar elevarlo del 3 al 5%).

No vale tampoco una ley para establecer elecciones en una segunda vuelta como quiere el Partido Popular. En nuestro sistema parlamentario ya se hace una segunda vuelta: cuando se elige presidente, no votamos directamente al presidente, sino a nuestros representantes de una determinada lista, que posteriormente junto con el resto de representantes en una «segunda vuelta» eligen a nuestro presidente. Y así ocurre con la elección de alcaldías o con las presidencias de las comunidades autónomas.

Parece obvio decir que “no se va a cambiar una ley que favorece a mi partido”: pero, ¿se puede admitir la reforma de una ley por otra que no sea la más justa?

Y mucho de lo aquí dicho no es algo que dependa de difíciles modificaciones constitucionales, sino que hay formas de tener un reparto proporcional de las votaciones utilizando un sistema de escaños compensatorios. Hay páginas que lo explican sobradamente y que animo a conocer como en #porunvotoigual.

Estos son algunos de los argumentos necesarios a la hora de una reforma electoral: que no se puede hacer en razón del beneficio propio, ni de los unos ni de los otros. Es necesaria por razón de justicia.

José González Ruiz