Paro y precariedad. Elecciones europeas 2019

Existe una necesidad de situar el trabajo humano «estructurador de la identidad personal y colectiva», como la clave de la cuestión social y la dignidad de la persona; fundamento para un nuevo paradigma ético.

El trabajo no puede considerarse como una mercancía ni un mero instrumento en la cadena productiva de bienes y servicios, sino que, al ser primordial para el desarrollo, tiene preferencia sobre cualquier otro factor de producción.

Hay que premiar el trabajo, no la riqueza. Si el 60% más pobre de las personas del mundo reciben sólo un 5% de ingresos adicionales generados por el crecimiento del PIB, la brecha se agranda, es decir, se fortalece el sistema de empobrecimiento de una mayoría. La respuesta tiene que ser global, integral.

Hoy, asistimos a la creación de una nueva clase social: la de los trabajadores pobres. Antes de la introducción del euro y la política monetaria común, se devaluaba la moneda para hacer frente a las crisis económicas. Así es que no disponiendo de dicho remedio para hacer frente a los efectos de la última y mayor crisis económica de nuestra historia reciente, además de reducir drásticamente el gasto público, ahora lo que se devalúan son los empleos. La “recuperación económica” se financia con desigualdad como antes lo era con endeudamiento.

Vivimos un mundo en el que se dispara la desigualdad, el desastre medioambiental y la rápida y descontrolada deriva a una economía digitalizada. El mundo del trabajo sufre constantes reformas laborales, que debilitan los derechos del trabajo y deterioran la vida de los trabajadores y de sus familias; la financiarización de la economía, que concentra la riqueza en pocas manos y la fe ciega en la tecnología, como solución a los problemas de la organización social.

Los sindicatos y movimientos de trabajadores deben ser expertos en solidaridad. El capitalismo del siglo XXI triunfará mientras el mundo del trabajo no sea capaz de organizarse para dominar los procesos digitales y tecnológicos. Los grandes conglomerados del poder han creado una nueva “mano invisible” que hay que desvelar y combatir. Por eso, hoy es imprescindible una nueva asociación del mundo del trabajo capaz de invertir esta lógica depredadora.

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