Las porteadoras. Esclavas de la frontera

Porteadoras

© Ester M.

Cargan bultos de más de 70 kilos y los pasan a Marruecos por unos pocos euros al día. Sin saber lo que transportan, vejadas, despreciadas y hasta golpeadas. Dos de ellas murieron en esa frontera en el año 2009. Una cara de la esclavitud que tiene lugar en nuestro país.
La casa de Fátima intenta ser blanca aún con las paredes desconchadas, y muebles completamente gastados. Es casi como una cueva; sin puertas, con una única cama estropeada, pero que le sirve para descansar después de un día duro.

Sin dejar de frotarse las manos, me cuenta cómo su primer marido la dejó por otra mujer cuando ya tenían cuatro hijos y vivían en Casablanca, y cómo el segundo la abandonó también, pero esta vez de la noche a la mañana. En los papeles pone que tiene 54 años, pero en realidad tiene 52. Su madre la quiso casar antes de la edad legal, y para ello tuvieron que falsificar los papeles. Así de fácil. Fátima se casó con 13 años.

Vive en Castillejos (Fnideq en árabe), ciudad fronteriza en la que el 80% de las mujeres cruzan diariamente la frontera para buscarse la vida en Ceuta, ya sea como empleadas domésticas, prostitutas o porteadoras. Son las denominadas Mujeres Transfronterizas.

Las porteadoras normalmente tienen de 35 a 55 años, aunque las hay más jóvenes que a menudo sufren abusos sexuales en la frontera, según sus propios relatos. Cargan en España fardos de 70 kilos o más, que pasan al lado marroquí por entre 5 y 10 euros al día, dependiendo del peso y el valor de la mercancía. Para intentar llegar a entenderlo, imaginemos a nuestras madres o abuelas agachadas a 90 grados y cargando bultos que muchas veces superan su propio peso.

Fátima es de las antiguas porteadoras, lleva 29 años haciéndolo y sabe cómo funciona esto. Sigue en activo aunque su monumental asma a veces no le permita decir dos frases seguidas. Cuenta que años atrás se dedicaba a ayudar a los inmigrantes a cruzar ilegalmente la frontera, y se ríe cuando le pregunto si le daba miedo o era difícil. “Estamos en Marruecos, todo es posible si tienes dinero”, cuenta.
Ella es sólo un testimonio frente a las miles de porteadoras que se la juegan en la frontera diariamente. Muchas de ellas, las que vienen desde el sur de Marruecos, cruzan la noche anterior y duermen en la calle, con cartones o simplemente apoyadas en una pared. Todo ello en la Frontera del Tarajal, en Ceuta pero también en Melilla, en España, en Europa. Mientras la mayoría dormimos.

Hay un hecho principal que provoca todo esto, y es la eterna disputa geopolítica de la soberanía sobre las ciudades de Ceuta y Melilla. Marruecos se niega a reconocer ese dominio español y las considera suyas.

La frontera del Tarajal no es una aduana comercial, por lo que a este traspaso de mercancías se le llama “comercio atípico” o directamente contrabando tolerado.

Maryam, otra porteadora, recuerda perfectamente lo que pasó en la mañana del día 25 de mayo de 2009: “la policía anunció que iban a abrir las puertas de la frontera y se provocó una avalancha. Me caí encima de Zohra.” Se refiere a Zohra Boudaghya y Bouchra El Meriouti, ambas murieron aquel día en aquella avalancha humana. Según los certificados oficiales de defunción murieron a las once de la mañana en el Polígono del Tarajal pero se omite la causa de muerte. Sobran las especulaciones al escuchar a Maryam. Nadie lloró por ellas, nadie escuchó sus gritos ni las echó de menos. Nadie dijo nada, ni una esquela. Eran sólo mujeres. Eran sólo porteadoras.

Ya en la ciudad de Castillejos y después de horas hilando cabos, logro dar con la casa de la familia de Zohra. Su hijo Abdallah Boudaghya cuenta que no les dejaron ver el cadáver de su madre y el expediente de su muerte desapareció misteriosamente. La devolvieron a Marruecos directamente preparada para enterrar. “Aún sigo con la esperanza de que aparezca por la puerta”, dice. La burocracia y la oficialidad les han impedido pasar el duelo necesario.

Las porteadoras son mujeres que sostienen la economía de sus casas, aun siendo humilladas, invisibilizadas y explotadas. Su dignidad se aplasta cada vez que se doblan para poder cargar los fardos con la mercancía que luego se venderá bueno, bonito y barato en los mercados de todo Marruecos, y que muchos españoles también compraremos.

Continúa la falta de humanidad en la Frontera Sur de nuestro país, no sólo con los migrantes empobrecidos. Continúan las concertinas, las vallas y las devoluciones en caliente. Continúan las porteadoras explotadas y humilladas delante de nuestras narices. ¿Hasta cuándo dejaremos que este flagrante atropello de los Derechos Humanos continúe?

Ester M.