La recuperación económica consiste en convertir a España en un “basurero laboral”.

 

Como estamos en año electoral toca hablar de recuperación económica. En los años anteriores la palabra mágica fue la de “reformas”. Pues bien, ni aquellas reformas trajeron nada positivo ni los datos que tenemos entre manos merecen el nombre de recuperación pues nada parece anunciar que todo lo que se ha perdido se vaya a recuperar.

Se vende optimismo a la vez que sube el número de desahucios y de familias pobres. El último informe del Consejo General del Poder Judicial durante el segundo trimestre de 2014 se han iniciado 21.178 ejecuciones hipotecarias, un 4,2% más que en el mismo período de 2013. En el caso de los desahucios las cifras son aún más preocupantes: 18.749 desahucios entre el 1 de abril y el 30 de junio de 2014, un 3,7% más que en el mismo período del año anterior. De éstos, el 53,2 % fue por alquiler, el 44,2 % por hipotecas y el 4,6 % restante obedeció a otras causas. Cataluña -con el 23% de desahucios practicados- sigue ocupando el primer lugar en la vergonzosa lista negra de las Comunidades Autónomas con más desahucios, seguida de la Comunidad Valenciana (15,5 %), Andalucía (15,3 %) y Madrid (10,8 %).

Desde 2007 hasta hoy se acumulan cerca de 570.000 ejecuciones hipotecarias lo que evidencia el fracaso de las medidas legislativas adoptadas que han convertido a los jueces en los cobradores del frac de la banca.

Crece la economía sumergida y el número de familias que no pueden pagar sus facturas y no llegan a fin de mes.

Tres millones los niños en nuestro país se encuentran en grave peligro de exclusión.es un sarcasmo.

Más del 92% de los contratos de trabajo que se firman hoy son temporales y crece el número de trabajadores que cuando los firman entran en las estadísticas oficiales de pobreza.

La última Encuesta de Población Activa (EPA) publicada es engañosa. Un dato llama la atención: mientras que el empleo registró una tasa de crecimiento del 2,5 % el pasado año, al haberse incrementado en más de cuatrocientas mil personas, el producto interior bruto lo hizo en sólo un 1.6 %. Actualmente en España, pues, “el empleo está creciendo sustancialmente por encima del PIB”. Bastante más “de lo que lo hace la producción”.

La anterior parecería ser, a primera vista, una magnífica noticia. Casi un escenario de ensueño, dentro del cual cada fracción de incremento del PIB se vería recompensada nada menos que por un aumento casi por partida doble de la población ocupada. No es de extrañar la euforia gubernamental. Ni tampoco su previsión, de evidente vocación electoral, de creación de nada menos que un millón de puestos de trabajo entre 2014 y 2015. Pero el hecho de que el empleo crezca más que el PIB supone dos cosas:

a) que los empleos que se están creando producen muy poco, son en su inmensa mayoría de muy baja productividad, vinculados a actividades estacionales o trabajos en el sector servicios de escaso valor añadido;

b) que el número de ocupados aumenta realmente más que el empleo, siempre que lo midamos en términos de puestos de trabajo a tiempo completo y por todo el año, y no de personas trabajando. Este último es un dato que viene corroborado por la Contabilidad Nacional, de acuerdo con la cual el empleo crece a una tasa que casi duplica el crecimiento global de las horas de trabajo en la economía. Y que significa en última instancia que, en “lo que debería ser un empleo estable con trabajo anual y jornada completa”, trabajan ahora “varios ocupados por horas y/o con contratos temporales”. Más que crearse empleo por encima del crecimiento, lo que se está haciendo entonces es convertir “un salario completo y decente” en varios “mini salarios” que se abonan a varios trabajadores con “mini empleos”.

No sólo, en consecuencia, empleo precario y de mala calidad. Sino también en volúmenes muy inferiores en términos reales a los que las cifras oficiales nos quieren dan a entender. Y que sirve además para alimentar la ilusión de una salida de la crisis que no es tal.

La recuperación económica consiste en convertir a España en un “basurero laboral”. Mientras tanto, el poder económico y sus títeres políticos intentan que los españoles se adapten al nuevo modelo económico y se conformen con trabajar en un basurero laboral. La recuperación económica pasa porque cientos de miles de españoles se precaricen, temporalicen y malvivan mediante trabajos mal pagados y consistentes en  varias horas semanales.

El modelo productivo español seguirá siendo el “sol y la playa”. Dado que el equivalente al porcentaje de PIB industrial que debería tener la economía española se ha evaporado, vía corrupción política. Y la consecuencia de todo ello no es otra que los camareros podrán subsistir en España pero los ingenieros y los demás profesionales cualificados deberán emigrar.

¿A quien escucha, entonces, nuestro presidente Rajoy? Está mucho más atento a las ocho familias más ricas de nuestro país que gestionan tres billones de euros pagando un 1% de impuestos que a los parados. Este gobierno tiene más confianza en las grandes empresas españolas reunidas en el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) que son quienes han destruido puestos de trabajo de forma masiva en nuestro país y evaden impuestos a paraísos fiscales.

El coro de los que hablan de recuperación son los mismos que hablaron en su momento de la existencia de un milagro económico embriagados por la ola especulativa del enriquecimiento rápido. Se rescató a la banca a costa de los de abajo sin que se haya ni siquiera planteado un mínimo de solidaridad con todos aquellos que han quedado tirados en la cuneta como los 7.200 muertos al año en España por frío en invierno al no poder calentar sus casas.

Tampoco los sindicatos se han lucido en la defensa de los últimos. En esta legislatura solo han acordado pactar moderación salarial y hasta han sacado pecho al haber logrado colaborar en alargar la humillación de una paga asistencialista. Pero ellos cobran mucho más de 426 euros al mes. Han aceptado la existencia de una tasa “natural” de paro sin combatir