La huelga en Amazon y la nueva economía

La tecnología ha multiplicado los servicios que nos facilitan aparentemente la vida, pero tras su novedoso atractivo se esconde un reguero de víctimas. En un principio fueron sus competidores los que alzaron la voz contra los abusos y privilegios de los nuevos gigantes de la era digital. Los hoteles, taxistas, mensajerías y comercio tradicional protestaron por la expansión de Airbnb, Deliveroo, Glovo, Uber y Cabify, Amazon, etc., que son capaces de sortear las regulaciones que a aquellos se les impone. Los Estados, cuando se dieron cuenta de que no recaudaban, también recelaron tímidamente de sus prácticas para eludir controles e impuestos.

[bctt tweet=»Jeff Bezos, el dueño de Amazon es la primera fortuna del mundo y dedica mucho dinero a fundaciones filantrópicas. Esto hace el tema aun más sangrante #TrabajoSobreCapital» username=»PartidoSAIn»]

Y ahora ha tocado la hora de los trabajadores. La plantilla del centro logístico de Amazon en San Fernando ha votado mayoritariamente ir a la huelga los días 21 y 22 de marzo. En total, son cerca de 2.000 personas las que están convocadas a esta huelga de los que unos 1.100 son trabajadores fijos y el resto, 900, son externos, contratados a través de ETT.

La empresa, que presume de puntera en el comercio digital, impone unas condiciones laborales que demuestra que no es el talento tecnológico lo que le ha hecho triunfar sino la explotación de sus trabajadores y los de las contratas de su cadena de reparto. Los trabajadores subcontratados que trabajan en empresas de paquetería a las que Amazon impone su app, su tecnología y sus condiciones, tienen que hacer horas de más para poder sobrevivir pues con un salario base de 739 € no pueden pagar sus recibos. Son trabajadores que reciben la noche antes un WhatsApp para conocer las rutas que tienen que hacer al día siguiente.

En las pasadas Navidades Amazon hizo 1.000 contratos temporales a través de ETT. En la planta de Amazon se distingue a los temporales de los fijos por el color de su tarjeta: si es verde (‘green’) es temporal y si es azul (‘blue’), fijo. Se encadenan contratos de entre una semana y un mes esperando a que llegue la “conversión a ‘blue”. Su productividad determinará si se produce esa conversión.

A pesar de que el convenio colectivo del sector de transporte establece que, en empresas de más de 100 empleados, la cantidad de empleados temporales no debe superar el 25%, Amazon llega a alcanzar picos de temporalidad hasta el 65%. Los sindicatos critican que Amazon no ofrece garantías de incremento salarial y pretende abaratar puestos de especialista, con la supresión de cargos y el reparto de sus tareas entre puestos de inferior categoría. Además, propone reducir el precio de las horas extraordinarias y eliminar la cobertura del cien por cien durante 18 meses por una baja asociada al puesto de trabajo, entre otras cuestiones. Cuando abrió el centro, el absentismo era muy bajo y ahora es prácticamente el doble que la media en el sector logístico. Es la brutal carga de trabajo la que está provocando el incremento de las bajas por enfermedad. Un trabajador del centro camina diariamente en su jornada una media de entre 20 y 25 kilómetros.

Las apariencias de los nuevos héroes de la era digital engañan. El fenómeno de las economías de plataformas, apunta a un modelo de negocio de nuevas fábricas del siglo XXI. Apoyadas en potentes plataformas tecnológicas son capaces de poner en contacto oferta y demanda en tiempo real y, con más información que el resto de los participantes en la transacción, fijan sus tarifas y condiciones con libertad absoluta.

El capitalismo de plataformas tiene un éxito que cada vez tendrá más difícil esconder su trastienda. Estas multinacionales tecnológicas pagan muy pocos impuestos en relación a sus ingresos con lo que pueden arrasar con la competencia. Y el otro pilar de su éxito económico los constituyen sus condiciones laborales. Muchas de estas empresas se nutren principalmente de autónomos. Las compañías hablan de una nueva forma de trabajar revolucionaria, en la que las viejas reglas no sirven, que permite al empleado conseguir unos ingresos sin ataduras, cuando y cuanto se quiera. Pero es explotación pura y dura y, además, ilegal. Los que, como Amazon, contratan trabajadores, lo hacen aprovechando a fondo el amplio abanico de contratación temporal y flexibilidad que ofrece nuestra legislación y que genera inestabilidad, salarios bajos y que también tiene un impacto negativo en las arcas del Estado.

La expansión de las plataformas digitales que facilitan el trabajo bajo demanda hace urgente una regulación laboral específica para evitar la explotación y la autoexplotación. La nueva revolución tecnológica está creando una legión de trabajos mal pagados. Su negocio se inspira en el ultraliberalismo llevado al extremo, sin normas ni obligaciones, mientras que los trabajadores deben ofrecer máxima disponibilidad porque si no se les penaliza. Están marcando el camino para llegar de nuevo a las condiciones de trabajo del siglo XIX. Y, por desgracia para sus trabajadores, los sindicatos carecen de estructuras adecuadas para responder a este nuevo desafío. Hay ocasiones en el que el trabajador ni siquiera sabe a quién denunciar, ni dónde está la sede social de la compañía, ni si hay beneficios, etc.

¿Podrá cumplir la huelga sus objetivos?. Entre contrataciones temporales y la ingeniería logística del gigante del comercio electrónico, la empresa puede neutralizar la huelga. Amazon trabaja con una red de 46 centros en Europa y, a través de ella, puede cubrir la demanda de toda Europa. Si es posible que la compañía consiga derivar los pedidos y minimizar la repercusión de sus dos días de paro, es necesario el boicot.

Es la hora de los consumidores. Este tipo de empresas que se dedican a la que se ha llamado gigeconomy (economía de los recados) no puede subsistir sin la seducción a la que sucumbimos de recurrir a productos lowcost. Con ello estamos colaborando a la expansión del trabajo lowcost. No podemos jalear la huelga de los trabajadores de Amazon y seguir siendo consumidores a gusto del explotador.

Se abre ante nosotros un nuevo periodo de la historia en el que la lucha de los trabajadores no tendrá éxito si no hay boicot a las empresas que los explotan. Y, a pesar de que estos gigantes tengan altavoces para mostrar sus bondades, ya nadie puede decir que esto no va con él. El “no se puede hacer nada” es de otra época.

Javier Marijuán

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