Inmigración, ocurrencias y sufrimiento

MigrantesCuando uno ve las tristemente, demasiado repetidas, imágenes de inmigrantes empobrecidos ahogándose frente a nuestras costas, en el Mediterráneo. Piensa de momento en la necesidad de que se les salve de morir ahogados. Mostrando admiración y respeto a todas las personas que, por parte de instituciones públicas y privadas se juegan el tipo en estos salvamentos.

Nadie abandona su país por gusto, y menos arriesgándose a morir ahogado. Hablar de «efecto llamada» es echar balones fuera.

En virtud de un muy extraño sentido de la lógica, el señor ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido hace pocas semanas, declaraba ante estos hechos que, «hay que concienciar a las ONG de que no favorezcan la inmigración irregular».

Pues bien, continuando con un análisis del fenómeno migratorio más que rocambolesco, el señor ministro continúa con su intención de abrir un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) en Málaga, por si no hubiese sido suficiente pesadilla el que se cerró hace algunos años, y por si no estuviese sobradamente demostrado, que la proliferación de tales centros a lo largo y ancho del Mediterráneo, no ha hecho más que multiplicar el sufrimiento de personas que tan sólo han cometido una «falta administrativa», sin traer nada positivo que pudiese encaminarse a la solución del drama de la inmigración.

A poco que pensemos, concluimos que nadie abandona su país por gusto, y menos arriesgándose a morir ahogado. Hablar de «efecto llamada» es echar balones fuera. Podemos hablar del «efecto expulsión» propiciado por guerras, hambrunas, epidemias, paro, esclavitud, causadas y promovidas por un sistema político-económico mundial, en que algunas empresas manejan presupuestos que multiplican los presupuestos nacionales de muchos de los países de origen de los inmigrantes empobrecidos. Mientras nuestros esfuerzos no se encaminen a la transformación de este sistema, continuaremos intentando poner parches, que, al final se traducirán en más naufragios, cadáveres y sufrimiento.

José Manuel Cidre Mascato