Hay que hacer una economía, que esté al servicio del hombre.

Hace falta la solidaridad de los trabajadores del mundo

En estos años vivimos en España y en el Mundo, un fenómeno de explotación del trabajo similar al que se podía producir en el siglo XIX, cuando la legislación social y laboral estaba por crear: Se han impuesto sistemas de trabajo a destajo aunque estén prohibidos; Los trabajadores son herramientas de trabajo que se han comprado y se pueden utilizar cuando y como se quiera. Tenemos, por tanto, un sistema legal de relaciones laborales que ha configurado el trabajo como un activo del que extraer el mayor rendimiento en el menor plazo posible.

Aumenta la explotación laboral, ¿qué hacen los sindicatos y políticos para combatirla?

Hay en España más de 6 millones de parados, en el mundo más de 1.500 millones. El 60% de los trabajadores del mundo no tienen ningún tipo de contrato laboral. Hay más de 400 millones de niños esclavos. Crece el número de temporeros inmigrantes a quienes el sistema económico no les depara otro papel que el de nómadas de las muy diversas cosechas de nuestro país y cuya única recompensa es la del “hogar” hecho de plásticos y cartones.

Las salidas de «los emprendedores» son una trampa, la mayoría de ellos son trabajadores pobres. El trabajo autónomo juega el papel de pasar todos los costos de producción al trabajador. Está creciendo de forma alarmante la figura del «falso autónomo». Es la figura con la que el Estado pretende dar apariencia de legitimidad a la forma de explotación de moda.

Han desaparecido miles de autónomos y microempresas, muchos de ellos por los impagos de las grandes empresas y las distintas administraciones.

La economía actual está haciendo caer a la microempresa en un escenario de autoexplotación y precariedad impidiendo la solidaridad y las posibilidades de crecimiento, desarrollo tecnológico, etc. Mientras el crédito a la gran empresa crece, el concedido a los autónomos y las PYMES desciende.

La crisis financiera mundial ha hecho subir el precio de los alimentos y, por eso, los trabajadores del Tercer Mundo han visto como sus condiciones de trabajo se han degradado.