ESCLAVITUD EN ESPAÑA: Mujeres mula, las porteadoras de Ceuta y Melilla

Entre 5000 y 8000 porteadores, en su mayoría mujeres, cruzan cada día la frontera entre España y marruecos cargadas de pesados fardos, de hasta 70 kilos, a veces más que su propio peso. Ellas no saben que contienen. Al amanecer, y tras largas horas de espera, esperan a que se abra la frontera. Algunas, envueltas en cartones y plásticos, duermen guardando cola en el lado español de la frontera del Tarajal para ser las primeras en cargar un bulto de mercancías, una realidad persistente que ocurre mientras Ceuta descansa. La autorización de estancia en la ciudad autónoma para porteadores y residentes en la provincia de Tetuán les obliga a abandonar suelo español antes de la medianoche.

A las 9:00 abre el puesto fronterizo melillense del Barrio Chino, la porteadora muestra el pasaporte y camina hacia una explanada en la que varias furgonetas dejaron temprano en el suelo los bultos preparados para la carga. Amarra con cuerdas el paquete sobre su espalda y anda en sentido contrario más de 200 metros, sorteando la multitud que se amontona en el estrecho lugar, para entregar pronto la carga en el lado marroquí y volver a hacer más portes, entre tres y cuatro al día antes del cierre del paso a la 13:00 horas. Las mercancías se almacenan en el polígono de El Tarajal. Las mujeres cobran cuando entregan el fardo en el lado marroquí, donde hay hombres con carretillas o vehículos esperando para transportarlo. La cuantía depende de los kilos que carguen. Lo máximo son 10 euros diarios. Por cada porte les pagan de tres a cinco euros (cuatro a seis dólares), según el peso. El resultado de este esfuerzo peligroso y humillante para ellas es de 10 o 15 € diarios….

Calcetines, calzoncillos, pañales. Mantas y zapatillas de segunda mano. Zumos, galletas, arroz y chucherías de todo tipo. También neumáticos usados y chatarra. En los fardos de las porteadoras cabe cualquier cosa. Pero en los últimos años gana el textil con origen en China y parada en el polígono Cobo Calleja, en Fuenlabrada (Madrid). A esta actividad los melillenses y ceutíes la llaman “comercio atípico” y los marroquíes lo viven como contrabando tolerado.

Los réditos de este “contrabando legal”, junto con el blanqueo del dinero del hachís, explican, en parte, que después de Madrid, las sucursales bancarias de Ceuta y Melilla sean las que más dinero acumulan en depósitos, según un informe de Caja España.

Esta situación se sostiene también gracias a una disputa geopolítica: Marruecos no reconoce como frontera comercial el paso de Ceuta. Así que lo que en otro lugar transportarían los camiones, aquí lo cargan miles de mujeres que marchan en hilera y se desloman cada día ejerciendo el contrabando tolerado.

Ceuta y Melilla tienen un régimen fiscal especial con importantes rebajas impositivas y son ajenas a la Unión Aduanera del bloque, lo que permite a ambas ciudades importar con aranceles inferiores a los de la UE y vender a los ciudadanos marroquíes esos productos para su posterior ingreso irregular en Marruecos para su reventa. En los presupuestos para 2014, 64 de los 251 millones de ingresos de la ciudad autónoma de Ceuta (una cuarta parte) provienen del IPSI a las importaciones, gran parte de las cuales abandonan la ciudad por el paso de El Biutz. El IPSI, es el tributo alternativo al IVA para las importaciones a Ceuta y Melilla. El tipo común, sensiblemente más bajo que el IVA, es del 10%. De la actividad viven directamente 45.000 personas y 400.000 indirectamente, según datos de la Cámara de Comercio en Casablanca, en Marruecos, citados en la Declaración de Tetuán, firmada allí por casi una treintena de organizaciones en abril de 2012. Además, según el semanario marroquí Al Ayam, este negocio también supone al año alrededor de 90 millones de euros en “propinas” que se embolsan policías y aduaneros magrebíes destinados en las fronteras de Ceuta y Melilla.

Las condiciones de paso por los puestos fronterizos, donde se agolpan miles de personas, han causado muertes. En noviembre de 2008, Zafia Azizi murió aplastada en Melilla y el 25 mayo de 2009 fallecieron las marroquíes Busrha y Zhora en una avalancha en el paso ceutí de Biutz. “¿Que si se quejaba Safia?. Pues claro», contestaba una compañera. «Es un trabajo muy duro, no sólo por los bultos, sino por las largas esperas a la intemperie ante los tornos, las prisas, los empujones, los bakshish (sobornos) que hay que repartir y los palos que se reciben». Porque al peso que soportan además hay que añadirle todo tipo de vejaciones que sufren por parte de las autoridades españolas y marroquíes. “El trato que se da a los porteadores es humillante. Hay malos tratos por la policía de ambos lados de la frontera. Solo hay que permanecer cinco minutos allí para darse cuenta”, asegura el marroquí Amin Souissi, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía de Cádiz.

Los empresarios de Melilla “viven de este contrabando”, que hacen posible las miles de mujeres porteadoras, “para sobrevivir y dar de comer a sus hijos”, denuncia el fundador de la Asociación Pro Derechos de la Infancia (PRODEIN), José Palazón, quien vive en la ciudad hace 14 años. Son madres solteras, un grave estigma todavía en la sociedad marroquí, viudas, maltratadas, con maridos inválidos, mujeres excluidas por la sociedad que echan mano del contrabando para poder salir adelante. De las alrededor de 40.000 personas que circulan diariamente entre la localidad marroquí Beni Enzar y Melilla, solo 10 por ciento lo hace con visado. Los porteadores deben mostrar su pasaporte y el resto cuenta con un permiso especial, acordado entre el gobierno español y marroquí, para trabajar durante el día a Melilla y regresar a pernoctar a sus hogares: son trabajadores de la construcción, empleadas del hogar y del sector de la hostelería que trabajan 10 o 12 horas por menos de 200 euros (270 dólares) mensuales y sin derechos.

Esta corrupción legalizada entre los gobiernos “hermanos” de Marruecos y España reporta 1.400 millones de euros anuales (1.800 millones de dólares) en los dos lados de la frontera y supone un tercio de la economía de las dos ciudades autónomas españolas. Con estos hechos se pone de manifiesto una vez más el negocio de las fronteras. Las fronteras se abren y cierran según conveniencia del capital y los empobrecidos siguen siendo utilizados como mercancías.