REHENES versus HOMBRES LIBRES

Nuestro protagonismo político está secuestrado. Es la sensación y la conclusión que brota después de estos meses transcurridos desde las últimas elecciones de diciembre de 2015. Estamos secuestrados y condenados a repetirlas dentro de poco más de un mes, y probablemente también condenados a repetirlas hasta en los resultados votos arriba o abajo.
Somos, en buena parte, rehenes; nuestra libertad está maniatada por ideologías, prejuicios, cálculos, liderazgos, estructuras… Nuestra posibilidad de decidir, que parecía aumentada con los nuevos partidos, se reduce una vez más a elegir qué político creemos que nos va a engañar menos, o que, aunque sabemos que nos engañará, se acerca más a nuestros valores, o más bien intereses.

Porque, si algo parecen no haber aprendido todos los partidos implicados en las negociaciones de estos meses, es que los representantes políticos de cada partido representaban a un número mayor o menor de ciudadanos. Y muchos de esos ciudadanos seguro que tampoco estaban del todo contentos con sus representantes, y si hubieran podido los habrían destituido. Pero somos rehenes de un sistema de partidos que es de todo menos democrático. Y los ciudadanos fueron olvidados por primar los intereses de partido o de liderazgo.

Somos rehenes, pero, como está estudiado, todo rehén va generando un síndrome de Estocolmo que le hace comprensivo con su secuestrador; incluso desarrolla un afecto hacia él. Esa es la única explicación a que, a pesar de los numerosos y escandalosos casos de corrupción que están saliendo a la luz en todos los partidos, sus votantes en buena parte se mantengan fieles, porque, pese a todo, son de los nuestros, y preferimos que, aunque corruptos, estén los nuestros, o los que en teoría representan nuestros valores-intereses.

Va a funcionar de nuevo la apelación a los “razonamientos” más primarios: el miedo a que sigan los unos, o el miedo a que lleguen los otros. El miedo a que los mercados no van a tolerar el extremismo que dificultaría la recuperación, o el miedo a que la desigualdad patente y creciente en nuestra sociedad se consolide y justifique en una meritocracia que no es sino la ley de la selva, es decir el salvaje libre mercado.

Por eso, el PP probablemente aumente sus votos y escaños, por miedo a la inestabilidad. Ya vemos que esa está siendo su campaña. El PSOE, cada vez más encerrado sólo se recuperará si logra inocular el miedo a la colación IU-Podemos que le aborda por babor, y presentarse como la única opción de “izquierda” que no amenaza la estabilidad económica con cierto barniz social. IU se ha coaligado con Podemos por miedo a desaparecer, y para que le paguen el rescate de su deuda con la banca, vendiendo sus teóricos votos para que Podemos intente superar al PSOE. Podemos agitará el miedo a que la desigualdad social existente se incremente, con dosis de revanchismo, echándose en brazos de los regionalismos nacionalistas, pero en definitiva prometiendo estabilidad y bienestar. Ciudadanos agitará también el miedo a la inestabilidad, presentándose como garante y recambio de unos partidos hasta ahora mayoritarios, PP -PSOE, pero a los que amenaza ya la brecha generacional que se ha gestado en España.

Pero, todos, todos, rehenes del sistema, del crecimiento, de las inversiones extranjeras, de las decisiones de Europa, del bienestar, de las vacaciones, del pan y circo futbolero o amarillista en sus diversos formatos. Olvidamos que, como dice Cáritas, dos de cada tres personas en riesgo de exclusión, ya lo estaban antes de la crisis de 2008. La crisis ha extendido sus efectos a más población, pero es probable que con una cierta recuperación volviéramos a olvidar a los que llevan en crisis varios lustros. La sociedad española es conservadora fruto del bienestar, de los niveles de renta per cápita que hemos disfrutado en las últimas décadas. Ningún partido con ciertas opciones de obtener representación va a defender algo que no sea la promesa de bienestar para todos, o para los míos en el caso de independentistas y nacionalistas.

Y no vemos propuestas, iniciativas que trabajen por el bien común. Por eso, el SAIn nos vamos a presentar de nuevo. Nos preguntan que por qué nos presentamos si está claro que no vamos a sacar representación, y menos en estas elecciones que parece serán una especie de segunda vuelta, y puede que muchos votantes se concentren en los partidos con más posibilidades.

Nuestros militantes, por supuesto, y tampoco nuestros votantes lo han hecho hasta ahora porque hubiera una expectativa clara de obtener cargos, sino porque han priorizado la defensa del principio de solidaridad como vertebrador de toda la vida política, entendida como servicio a todos, y en especial a los últimos de nuestra sociedad. Ese mensaje sigue siendo necesario, y trabajamos para que además de ser un mensaje esperanzador, llegue a influir y a tener consecuencias prácticas. Quién sabe si después de las elecciones de diciembre, muchas más personas puedan decidir comprometerse en procesos auténticos de cambio, y no en fuegos propagandísticos artificiales. Ese es nuestro principal objetivo, sumar personas a trabajar a medio y largo plazo por un cambio profundo de sociedad. Por lo tanto, tenemos las mismas razones para presentarnos ahora que hace cinco meses; si cabe aún mayores, porque vemos a nuestra sociedad más prisionera, menos libre.

En la película “300”, la adaptación al cine de la novela gráfica de Frank Miller, además de sangre y testosterona hay diálogos interesantes. Uno de ellos es entre el rey Leónidas y su esposa, la reina Gorgo, cuando el primero se debate entre si obedecer a los sacerdotes, que no le dejaban ir a la guerra, u obedecer a su conciencia e ir a combatir contra el imperio persa, aun sabiendo que probablemente moriría en el intento de retrasar la aplastante invasión. Leónidas se pregunta: “Entonces ¿qué debe hacer un rey para salvar su mundo cuando las leyes que ha jurado defender le obligan a no hacer nada?”. Su esposa le responde: “No depende de lo que un ciudadano espartano debería hacer, ni un esposo, ni un rey. En su lugar, pregúntate mi amor, qué debería hacer un hombre libre”.

SAIn-leonidas-gorgo-hijo

En el SAIn coincidimos con esta actitud. Queremos ser libres y luchar para frenar el avance de las fuerzas que nos tienen secuestrados. Lucharemos, y esa lucha tiene sentido independientemente del resultado de una batalla concreta. Muchos estamos haciendo esfuerzos simplemente para poder presentarnos, porque la mezquina ley electoral (y la mezquina interpretación que hace la Junta Electoral Central) nos obliga permanentemente a acreditar que hay un sector de población que apoya que podamos concurrir a las elecciones. Muchos están poniendo sacrificio (horas) en la recogida de firmas, y están dando la cara para que esa posibilidad esté presente. Y lo estará. Muchos serán también los que “sacrifiquen” su voto, sabiendo que la maquinaria electoral caerá como una inmensa nube de flechas sobre ellos. Pero ese sacrificio no será en vano. El día 26 sólo sacrificaremos un voto, pero seguiremos vivos para seguir luchando.

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